miércoles, 25 de marzo de 2009

No todos piensan eso

La polémica fue abierta el 27 de febrero, el día en que fue asesinado el florista Gustavo Lanzavecchia, colaborador y amigo personal de la actriz y conductora de TV Susana Giménez. Con los ojos llorosos y a los gritos, la diva se puso el traje que alguna vez lució Juan Carlos Blumberg. “El que mata tiene que morir, no me importa si esto afecta mi imagen”, dijo Susana con voz firme. Fue justamente la imagen, y sobre todo sus palabras, las que recorrieron el país. “Basta de derechos humanos para los delincuentes. ¿No hay derechos humanos para las víctimas?”, bramó la estrella de la TV y pronto la siguieron manifestaciones similares, en boca de Sandro, Cacho Castaña y otras figuras mediáticas. Después vinieron algunas desmentidas y aclaraciones, pero la cuestión quedó instalada y el programa Intrusos en el espectáculo, que conduce Jorge Rial, sin abandonar el chisme barato, se convirtió en un “foro” donde se discutían temas como la seguridad y los cambios que debían hacerse en materia de legislación penal.

Un día después de sus primeras expresiones, durante una visita a la provincia de San Juan, Susana Giménez aclaró que sus palabras “el que mata tiene que morir” habían surgido en un momento en que estaba “re-caliente y dolida” por el asesinato de su amigo. De todos modos, como si fueran los responsables de la violencia, volvió a cargar contra los que defienden los derechos humanos. “Todo el mundo sabe dónde se vende la droga que enloquece a los chicos de las villas, y ahí tendrían que ir los de los derechos humanos a meterse, porque están matando a toda una generación.” Lo dijo como si los organismos de DD.HH. tuvieran poder de policía y como si no existiera la policía.

Los dichos de Susana fueron avalados por muchas personas anónimas, y por algunos famosos, como Roberto Sánchez, el popular Sandro, que primero pareció apoyar a la diva de la tele y luego aclaró, en comunicación telefónica con Telenueve, que entendía el dolor de Susana, pero que él no quiere la pena de muerte. Se quejó, eso sí, porque “no puede ser que los criminales estén sueltos y nosotros tras las rejas”. Después, Cacho Castaña dijo ante los medios que “el violador merece la pena de muerte”. Hasta Guillermo Coppola, el ex manager y ex amigo de Diego Maradona, al sufrir el asesinato de un conocido, su personal trainer Hernán Landolina, tuvo su intervención en el tema.

En ese caso, la que reflotó la pena capital fue la suegra de Landolina: “Nadie está haciendo nada. No podemos salir a la calle. Hay que hacer como dijo Susana Giménez, matarlos”. Más reflexivos, artistas como León Gieco, Susana Rinaldi, Roberto Carnaghi, Soledad Silveyra, Jorge Marrale, Pepe Soriano, Hugo Arana, Alejandro Dolina, Mex Urtizberea y Miguel Cantilo, o periodistas como María Laura Santillán, Nelson Castro, Alejandro Dolina, Adrián Paenza y Guillermo Andino opinaron sobre el tema, consultados por Página/12.



- León Gieco (músico): “Tengo la impresión de que ni Susana Giménez ni ninguno de los que han salido a hablar ‘a favor’ de este tipo de castigos sabe qué son. En el fondo, hablan desde el deseo de tomar justicia por mano propia. El inconveniente es que si entrás en el “ojo por ojo”, te ponés a la altura de los asesinos. Y todo esto se produce de cara a un sistema judicial embrollado: hecha la ley, se preparan las trampas. Cómo será de laberíntica la pirámide legal argentina que hace décadas que se intenta castigar a los militares genocidas y todavía están los que se las ingenian para zafar. Toda esta situación genera ansiedad: dejarse llevar por esa locura es convertirse en poco menos que un inquisidor. La respuesta real tiene que venir por el lado de la educación, la salud y el trabajo. Referirse a la pena de muerte con tanta insistencia es un distractor que señala la presencia de dos cosas concretas: mucha pena y mucha muerte. Por otro lado, si le damos tanta manija a esa clase de declaraciones, estamos en problemas. Esta semana, Susana dijo que había que mandar a los chicos a la colimba para que no entren en el paco y no estén en la calle ¡Como si el Ejército fuera una familia, o un centro de atención al adicto!”


- Adrián Paenza (matemático, escritor, periodista): “Como sociedad, intentar a volver a la época del ‘ojo por ojo y diente por diente’ es un paso hacia atrás. Tanto, que cada paso dado es un siglo de retroceso. No me molesta que se discuta el tema; hay que ofrecer el debate si es necesario. Pero creo que necesitamos darnos la Justicia que corresponde. Yo tengo una posición formada en contra de la pena de muerte. El castigo debe ser dado por los carriles de la Justicia y no quitando la vida. Sé que cuando alguien sufre una pérdida de un ser querido o es víctima de un hecho violento, la reacción primaria que surge es la de tomar venganza. Sin embargo, justamente nos diferenciamos de los animales porque somos racionales. El raciocinio es garante de la conservación de la vida social de los seres humanos. Así como hay una marcha de la pena de muerte, yo iniciaría una marcha silenciosa a favor de la Justicia”.


- Roberto Carnaghi (actor): “Me asaltaron hace quince días, pero no quiero entrar en rencillas ni opinar si Susana Giménez tiene razón o no. Propongo cambiar el eje. Básicamente, considero que no tiene ningún sentido seguir discutiendo sobre la pena de muerte. La inseguridad es un problema que se viene gestando desde hace mucho tiempo y todos somos en alguna medida responsables. No se va a acabar con más policía, ni con más violencia (de paso me pregunto: ¿por qué no se pidió la pena de muerte para los torturadores de la dictadura?). En síntesis: acá hay un problema de pobreza, de educación y de un modelo de país que no terminamos de definir. Mientras no logremos integrar esos ejes sin mediación de las balas, el clima de conflicto seguirá. La vida tiene que ver con un proyecto, y tenemos que ofrecer proyectos a aquellos pibes que no los tienen. De lo contrario, no habrá solución, por más que pongan a un policía por persona”.


- Guillermo Andino (periodista): “Habría que empezar reconociendo que los problemas tienen antecedentes. En los ’90, la Argentina cayó en un pozo. Hoy tenemos dos o tres generaciones que no sólo no conocen lo que es trabajar, sino que no saben lo que significa que un padre trabaje. Ahí entra a calar la marginalidad, la idea de que la vida vale poco. En consecuencia, enfrentamos este ambiente tenso. En el contexto en que vivimos, hay que considerar que la mayoría de las personas tiene una primera reacción ante lo que le sucede, y otra que se da cuando pasan unos días y se ha tenido tiempo de pensar mejor. Lo aclaro porque a mí me pusieron un revólver en la cabeza el otro día a la salida del canal, y obviamente me enojé mucho. Entonces hay que considerar esos dos momentos, porque opino que muchos de los que salen a hablar ‘en caliente’, transcurrido un lapso no pueden continuar sosteniendo su opinión con herramientas racionales. Eso sin tener en cuenta que las estadísticas demuestran que ese tipo de medidas extremas no tiene incidencia en las tasas delictuales. Evidentemente, estamos frente a una encrucijada que es real y que no se va a ir porque matemos. La única forma de que un delincuente tome conciencia del mal que hizo es la prisión efectiva que a la vez lo prepare para una nueva oportunidad. Sólo avanzaremos en este punto en la medida en que surjan planes amplios capaces de prolongarse en más allá de los gobiernos de turno”.


- Pepe Soriano (actor): “No quisiera que esto sea considerado una opinión en favor o en contra de lo que se ha andado diciendo en todas partes. No quiero entrar en eso. Aclaro, de todos modos, que he sufrido cuatro asaltos y estoy en contra de la pena de muerte. Por lo demás, todo esto tiene cierto tufillo a malestar político y a modos de discutir en los que primero se descalifica y después se debate. En esas idas y vueltas, el ciudadano común no hace pie, queda aislado entre informaciones contradictorias que no puede digerir. Porque ahora resulta que todos son opinólogos sobre un terreno muy sensible que no se puede analizar superficialmente. En consecuencia, es preciso reflexionar profundamente y elegir a quién se escucha y sobre qué hablar. Respecto de los que han salido a expresarse públicamente, tendríamos que leer la vida de las personas en un sentido amplio, y no a fuerza de exabruptos. Bajemos los decibeles de la crispación, y dediquémonos a usar la cabeza, porque si todos nos perdemos en el griterío es más fácil que nos distraigan de los problemas fundamentales del país” .


- Miguel Cantilo (músico): “La pena de muerte es una cosa superada por la civilización. Está confinada a sociedades que sufren un desfase. Lo que está ocurriendo acá es que hay un brote psicótico de viejas gordas. En realidad, si fuera sólo eso no habría mayor inconveniente. Ahora bien: la macana es que los medios se apropian de esos discursos y los usan en la puja electoral. Y las gordas siguen chillando igual o peor, demostrando que aunque estén maquilladas y se hagan cirugías, con la mentalidad no se puede hacer lifting. Así que lo más preocupante no son ellas en sí, sino esta operación que hace la prensa. Yo entiendo a los que sufrieron la pérdida de un pariente, lo que me parece delirante es que se monten sobre eso, que los usen y que encima usen ciertos arranques de bronca de las celebridades y las apuntalen como bandera de movilización. Es penoso que las arengas de una conductora de tele sean utilizadas para llevar adelante una lucha de poder”.


- Alejandro Dolina (escritor, músico, conductor): “No quiero entrar en discusiones viejas, y la de la pena de muerte ciertamente lo es. Tampoco quisiera agredir ni tirar ideas alrededor de un asunto que ha sido examinado con mucha profundidad por individuos más capacitados que yo. Aclarado esto, sólo me atrevo a sugerir que debatir esto es como discutir la esclavitud. Hay –y esto es lo más grave– un resurgimiento de ideologías que parecían superadas, y que persisten en sectores privilegiados. Son personas que están aisladas de la realidad social y se resisten a comprender que hay temas que han sido pensados antes. Exhiben una especie de ingenuidad moral, que los impulsa a expresar lo primero que se les ocurre bajo la forma de un slogan del tipo ‘el que mata tiene que morir’ o ‘la pena de muerte ya la instauraron los ladrones’. Esto coincide con un renacer de las derechas y de formas violentas de concebir la sociedad, que llegan acompañadas por modos curiosamente liberales de entender a la economía: por un lado se reclama libertad para enriquecerse sin límites, y por otro se pide mano dura ante los resultados de una sociedad perturbada. Las grandes desigualdades son saludadas con alegría, hasta que molestan. Es ilógico”.


- María Laura Santillán (periodista): “Estamos ante uno de esos temas que ya no se discuten en el mundo. Aquellos Estados que aplican la pena capital no tienen menos delitos. No es que lo opine solamente yo: esto ha sido investigado y puede consultarse en la bibliografía específica. Es una cuestión objetiva, y negarla es como querer seguir usando una vacuna que ya se ha comprobado que es inútil. Mejor haríamos en estudiar qué han hecho las sociedades en las que el delito registra mejores índices. No soy socióloga ni psicóloga, pero me parece que con estas premisas, una aproximación racional debería generar conclusiones más o menos claras”.


- Jorge Marrale (actor): “Hay factores mediáticos que hacen que algunas voces lleguen más rápido que otras. Pero de ninguna manera creo que esas voces representen a la comunidad artística. Con la pena de muerte no hay polémica: se trata de una postura frente a la vida. Uno puede entender las reacciones primarias, pero la verdad es que a la civilización le llevó mucho tiempo terminar con la ley de la selva. Quienes piensan en atacar la consecuencia, los casos policiales, y no hacen foco en el origen, en las causas de esos hechos, confunden el debate. Por supuesto que nos duele el nivel de violencia. Hay que analizar cómo se construyó este país en los últimos 25 años para comprender cómo se llegó a este estado de cosas. La solución no es ‘muerto el perro, muerta la rabia’: tenemos que ponernos a trabajar en acortar la brecha social y económica, en ser mejores personas, para vivir en otras condiciones. Propongo que hablemos menos y hagamos más. No sirve ir a una plaza, o pedir leyes duras, si con eso expiamos culpas y en nuestra vida cotidiana seguimos siendo unos cretinos”.

- Mex Urtizberea (músico, actor, conductor): “Esto de pedir que se aniquilen vidas humanas no tiene que ver con todos los argentinos: es un pedido que parte, básicamente, de la clase media. Es una porción de la sociedad que siempre va a querer proteger a cualquier precio la condición económica que le ha costado tanto conseguir. Y la lectura que hacen hoy coincide con la que hicieron durante la Libertadora y en la última dictadura. Piensan: ‘Es mejor que maten al que pueda sacarme mis cosas’. Esas ‘cosas’ suelen ser objetos, propiedades. Como tienen poder y capacidad de influir en las leyes, frecuentemente logran que sus inquietudes sean atendidas. Pero ¿cómo vas a castigar a un ser humano con algo que no conocés? No sabemos nada sobre la muerte, ¿cómo podríamos usarla como medida para castigar? Es de una ignorancia total. La clase media cambia de bando continuamente, de acuerdo con su conveniencia. Para comprobarlo basta revisar lo que repetían hace ocho o nueve años y lo que sostienen hoy”.

- Nelson Castro (periodista): “Estoy en contra de la pena de muerte por múltiples motivos. En principio, soy cristiano católico, por lo que estoy comprometido con la vida. En términos políticos, creo que se trata de la antítesis de lo que podríamos esperar de un Estado serio. Y desde un punto de vista práctico, está demostrado que no soluciona nada. Allí donde ha disminuido el delito, es porque se han emprendido acciones en otra dirección. Además, si uno se toma el trabajo de revisar a quiénes condenan a la pena capital en Estados Unidos –por citar un ejemplo–, comprueba que las minorías llevan la peor parte. De acuerdo con los registros, latinos y negros son ejecutados con más frecuencia que los blancos. En definitiva, es urgente adoptar una concepción amplia y diferente respecto de la inseguridad. Nada se soluciona con más cárceles como las que tenemos, ni con agresiones. Lo que pasa es que no hay eje, no hay planes orgánicos ni planteos que se sostengan más allá de las administraciones de turno, con lo cual perdemos la posibilidad de leer la situación en su totalidad. Por lo tanto, existe una gran cantidad de gente que se suma a ciertos discursos simplemente porque no tiene otros marcos de referencia para evaluar lo que pasa. Hay que combatir el delito sabiendo que una vez que tuviste que aplicar la ley es porque llegaste tarde: hubo condiciones para ese ilícito que hay que evaluar, diferenciando el que fue producto de la marginalidad del que tiene que ver con el crimen organizado”.

- Soledad Silveyra (actriz): “Antes que nada: no soy socióloga, simplemente tengo mi perspectiva como actriz popular. Siento que tendríamos que parar la pelota. Desde el caso del ingeniero Santos que venimos discutiendo si una vida humana es más importante que un pasacasete. Mientras, hay una mayoría que está en contra de estas soluciones violentas. Es llamativo que los planteos más desatinados se promocionen periódicamente, casi siempre en época de elecciones o de cambios. Habría que ponerle la tapa a eso, organizar un intercambio de ideas que nos haga pasar a otra etapa. Hay que volverse menos loco y poner más comprensión. Pensar por qué sucede lo que sucede. Sin desmerecer a nadie, sé que la mayoría de los colegas con los que intercambio opiniones están a favor de esto”.

- Hugo Arana (actor): “Yo quisiera ver por las calles más marchas por la seguridad del trabajo, por la seguridad del acceso a la salud de millones de personas, también por la seguridad de una educación. Quiero ver a miles en las calles reclamando por la seguridad de los niños que se están muriendo de hambre. De verdad, me encantaría ver esas marchas. Porque ésa es la profunda inseguridad que hoy sufrimos. Por supuesto, esto no anula lo terrible de los últimos hechos que nos conmueven. Es aberrante que a alguien lo vayan a asaltar, que lo maten impunemente. Lo que quiero decir es que con este tema, tal como está planteado hoy, estamos atacando al forúnculo. Y no podemos ver que si hay forúnculo, está denunciando que el organismo tiene problemas. Aparte me parece cruel planificar la muerte de alguien, y que estemos hablando de esa posibilidad. No vengan con que la ‘colonia artística’ defiende la pena de muerte: ‘arte’ es una palabra tan profunda, tan bella, que me niego a adherir al concepto de ‘colonia artística’ en ese sentido”.

- Susana Rinaldi (cantante): “Quienes tienen una formación violenta proclaman la violencia como un recurso válido. Mi generación ha tenido que hacer mucho para convencerse de que los resultados más óptimos se consiguen con la no violencia. Yo sigo apostando a eso. En cuanto a la violencia en el país –y no solamente en el país–, sabemos que es desatada por cuestiones que tienen que ver con lo económico, lo político, lo social; y que determinan condiciones que desatan la inseguridad. En todo caso, invito a hacer el ejercicio de mirarnos a nosotros mismos: ¿cuánto hacemos diariamente, cada uno de nosotros, aparentemente no violentos, para contribuir a la no violencia, o a la ‘seguridad’? Yo lamento que se haya exaltado y sobredimensionado a ciertos personajes de los medios como factótum de opinión. Desde luego, no me siento representada por ellos, aunque unos y otros nos presentemos como artistas. Yo creía que el debate sobre la pena de muerte era algo perimido en la cabeza de la gente que piensa. Y sigo creyendo en una sociedad menos infantil que la que compra este tipo de discursos”.


http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-121938-2009-03-22.html

viernes, 20 de marzo de 2009

No Fumar (Noticias 2006)

El caprichito de los fumadores

Algo salió a la luz de una manera clarísima e inesperada, con la nueva, sensacional, necesaria, justiciera Ley del Tabaco: la anulación mental a la que puede llegar una persona defendiendo un síntoma. Porque para muchos la reciente restricción sobre sus costumbres se ha transformado en una restricción de su capacidad de entendimiento. ¿Parece una exageración? Deja de parecerlo en cuanto recordamos la reacción de los fumadores ante la mencionada ley: se ha dicho, por ejemplo, que esta Ley está en contra de los derechos del fumador (lo cual es falso), que es fascista (¡epa!), que el Estado no debe meterse en las decisiones del individuo (es verdad, ni el fumador en las mías), que se viola con ella el ámbito privado (todo lo contrario, se cuida el espacio público), que hay cosas más importantes (como si alguien hubiera dicho lo contrario), que esto se hace para ocultar el problema de la droga (el tabaco es la droga globalmente más dañina), y mil etcéteras más, uno más absurdo y peor fundamentado que el otro. Esta Ley –no pueden, o no quieren, entenderlo- establece simplemente que los no fumadores deben por fin ser respetados; pone límites a la conducta injusta y desconsiderada, históricamente establecida, que han ejercido con prepotencia los fumadores. Los que hablan de los derechos del fumador, ¿entienden de qué se trata cuando se habla de los derechos del no fumadores, que somos mayoría? Como dijo un amigo español, con claridad total: el fumador molesta, el no fumador no. Y es necesario recordar las cifras, porque no se trata de una mera opción, de un problema de gustos: mueren cuarenta mil personas por año en Argentina como consecuencia del consumo de tabaco, ¡6000 de las cuales son no fumadores! O sea: treinta cromagnones por año de fumadores pasivos que se envenenan por el humo de otros. Por supuesto que cada individuo tiene derecho a matarse como quiera, lo que no puede es imponer su deseo de arrastrar a otros en la caída como una expresión de sus derechos. Lo que resulta irritante en las reacciones de los fumadores es la cortedad mental por la que parecen incapaces de entender que son precisamente ellos los despóticos y que el rol de víctimas no les calza. No llama la atención que una sensibilidad proclive al fanatismo sostenga con soberbia la bandera de los derechos -la política nos acostumbró a eso-, llama la atención lo absurdo de reclamar airadamente para poder seguir ejerciendo un abuso. No es necesario incluir a todos en esta descripción: hay fumadores muy atentos, que odian molestar y que son muy conscientes de la presencia del otro. Pero también es cierto que otros muchos, al denunciar el fantaseado avasallamiento del que son objeto hoy, ponen en evidencia ciertos secretos ligados al hábito del cigarrillo. El cigarrillo no es sólo el generador de gestos cancheros y sobradores (en origen y desde siempre, un modo de parecer más grande o resuelto de lo que se es, el recurso para cultivar una personalidad que parezca lograda sin serlo), sino también y fundamentalmente un sucedáneo adulto del chupete del bebé, un objeto del que muchos se cuelgan para ocultar una inmadurez constitutiva. El hábito del cigarrillo es un rasgo que pertenece al universo infantil de la sensibilidad, agravado por una adicción fisiológica difícil de combatir. Sí, claro que estas figuras de interpretación parecen excesivas, pero la absurda resistencia que los fumadores ejercen frente a la ley parece confirmarlas. La señalada dificultad para pensar el tema con objetividad e inteligencia es expresión de la incapacidad de modificar algunas características fundamentales de su idiosincrasia. No logran captar el problema, justamente porque están haciendo un capricho, berreando ante el límite que la sociedad adulta le pone a la mascarada y la simulación instaladas ya como vínculo adictivo. Tras las voces de fumadores, que tienden a la impostación (es decir, a la ruina), hay una vocecita aniñada y pueril que no quiere aceptar el límite necesario.Porque otro punto a tener en cuenta, y que ha sido descuidado, es que esa reacción tosca de los fumadores amenazados puede provenir del hecho de que la Ley confronta a muchas personas con una dificultad que no pueden superar. Me lo hizo notar mi esposa, que es psicóloga y más buena que yo: al que quiere dejar de fumar y no puede la Ley lo pone entre la espada y la pared, al revelar como problema algo que el fumador intenta defensivamente hacer pasar por una libre elección. Es lógico que reaccionen mal, que reclamen que nadie tiene derecho a limitar sus recursos neuróticos: los demás deben, según ellos, tolerar las molestias (las enfermedades, el mal olor, la suciedad, etc) para ayudarlos a evitar el crecimiento.Fumadores en rebeldía: es hora de aceptar la ley y crecer. Aprovechen la oportunidad para entender que los que no fumamos sí tenemos derecho a defender los espacios públicos, que sí hay una razón y una verdad en este límite que les estamos poniendo, que se terminaron las atmósferas emputecidas por sus miserias ocultas. Sí, claro que miserias tenemos todos y que cada uno puede hacer con ellas lo que guste (hasta perder la vida), lo que no se puede –y es lo más importante de la ley- es joder a los demás por eso.

martes, 3 de marzo de 2009

UNA CANCION




Las canciones para mí son la relevancia de la palabra, la poesía. La música, que es importante desde luego, es el sostén el vehículo de la palabra para mí. No significa que tenga que ser así obligatoriamente con todas las canciones, tal vez sea porque yo escribo poesía y por eso para mí el valor de la palabra es muy especial. La música tiene que tener una coherencia armónica y desde el punto de vista del destino de esa canción: para qué se escribe, para qué se canta, para qué se dice. Tiene que tener una relación íntima con la palabra. No es fácil encontrar canciones así. Tal vez esa manera de pensar las canciones que yo tengo tenga que ver con la elección de Don Atahualpa, que tiene en su cancionero esas condiciones.
Entre las muchas de él que yo conozco y algunas de las que yo canto, hay una que tiene que ver con la raíz profunda del hombre con su tierra. Es una bella canción que está inspirada en un bello poema de Julio Cortázar que oportunamente le escribiera estando los dos en el exilio, fuera del país. En realidad no se lo puede llamar una carta, porque no estaba dirigido así, sino que era un papelito en el que había anotado esto. El poema decía: “Al árbol ya cortado no lo plantes en tierra/ porque su copa seca no atraerá a los pájaros/Al río que discurre no le levantes diques/porque en el aire libre cabalgarán las nubes/Al hombre desterrado no le hables de su casa/la verdadera patria es caro, la está pagando/El río, el hombre, el árbol caro, lo están pagando”. En ese momento Don Atahualpa se encontraba en Japón, ya había tenido que irse de acá por falta de trabajo. Y que conste que fue en esa oportunidad, porque anteriormente sí había tenido que irse por persecuciones políticas. Pero en ese momento se fue porque había pasado un año sin trabajar, lo excluían de todos los elencos sin razón alguna, y él ya estaba en los 60 años y estaba necesitado de su trabajo porque vivía de eso. El dolor era doble entonces, porque no se escuchaban sus canciones.
La canción se llama “El árbol que tú olvidaste” y el árbol es precisamente el símbolo del vínculo profundo del hombre con la tierra y el dolor de haberse tenido que arrancar de ahí. Es toda una metáfora del árbol también: porque el árbol queda, no es arrancado, es la tierra, y el vínculo con la tierra también queda, por eso duele tanto. Porque queda. El vínculo sigue, por eso, insisto, duele tanto.
Esta es la canción que yo amo porque para mí no son preferencias exclusivamente estéticas, desde el punto de vista de que suena lindo, de que se trata de una bella canción, bien hecha, con una modulación melódica y armónica muy hermosa. Todo eso es importante, pero para mí el valor está en la relevancia de la palabra, en la poesía. Es una canción que resulta totalmente conmovedora. Hay una anécdota que da cuenta de hasta dónde llegaba ese dolor. Es una canción que Atahualpa grabó pero que no cantó nunca en público. Y una vez yo tuve el atrevimiento, sin darme cuenta, claro, de cantarla en un momento en el que estábamos despidiéndolo. El se iba a Japón, precisamente; estábamos en la casa de Margarita Palacios, me acuerdo. Yo era mucho más joven que ahora, por eso tal vez cometí el error de cantarla. Y él se puso muy mal, muy mal. Bajó la cabeza, sus ojos se le hincharon. Se quedó sin decir nada. Nunca me dijo nada, pero lo vi, todos lo vimos en ese momento.
Por eso ese dolor sigue estando presente en esa canción. Por eso para mí también cantarla, además de sentirla profundamente, es percibir toda esa carga. Y si la canto, aunque también me deje demasiado conmovida, es para que muchos de los que la escuchan –porque no la canta nadie, creo que soy la única– empiecen a comprender, aunque sea por medio de una canción, el vínculo profundo que nos une a esta amada tierra nuestra. La importancia que tiene poder gozarla aún con sus luchas, con sus desniveles, con sus problemas, estar acá, sentir esta tierra, respirarla, palparla, compensa todos esos otros sufrimientos. Poder comprender el dolor de tener que irse obligado; poder comprenderlo antes de que te suceda.




El árbol que tú olvidaste
(Atahualpa Yupanqui)








El árbol que tú olvidaste

siempre se acuerda de ti,

y le pregunta a la noche

si serás o no feliz.



El arroyo me ha contado

que el árbol suele decir:

quien se aleja junta quejas

en vez de quedarse aquí.



Al que se va por el mundo

suele sucederle así.

Que el corazón va con uno

y uno tiene que sufrir,

y el árbol que tú olvidaste

siempre se acuerda de ti.



Arbolito de mi tierra yo te quisiera decir

que lo que a muchos les pasa

también me ha pasado a mí.


No quiero que me lo digan

pero lo tengo que oír:

quien se aleja junta quejas

en vez de quedarse aquí.

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-4732-2008-07-23.html