Adiós al maestro
Por Diego Agrimbau *
Disculpame, escuché lo que decías... ¿vos hacés guiones de historietas?
–Trato –le dije tímidamente al señor morocho que se había acercado hasta nuestra mesa del restaurant Munich, en Flores. Era el otoño de 1998 y yo todavía andaba luchando en el nutritivo fango de la historieta independiente.
–Mi nombre es Enio, soy dibujante –me aclaró mientras anotaba un teléfono en una servilleta de papel—. Llamalo a Carlitos de mi parte. El te puede dar una mano.
–¿Carlos? ¿Qué Carlos? –pregunté temiendo recibir la respuesta correcta.
–Trillo –aclaró Enio.
Lo llamé titubeante por teléfono y en menos de un minuto de charla me invitó a pasar por su estudio de Talcahuano y Santa Fe. Cuando llegué, me encontré con decenas de originales de Cybersix que Carlos Meglia, su compañero de estudio en aquel momento, desparramaba por el piso. Al mismo tiempo, del fax brotaban varias páginas de Clara de Noche que le enviaba Jordi Bernet desde España. Y recuerdo que lo que más me apabulló fue una biblioteca entera sólo con libros de historieta de su autoría. Antes de sentarme a charlar por primera vez con Trillo en su escritorio, a mí ya no me cabían dudas: eso es lo que quería hacer por el resto de mi vida.
Varios años más tarde, gracias a sus consejos y contactos, logré publicar mi primer libro en Europa. Luego, con cada nuevo problema que aparecía en mi vida como guionista, era a él a quien acudía por una respuesta. Y pese a nuestra gran diferencia de experiencia y logros profesionales, él siempre me trató como a un colega, incluso para pedirme opinión sobre los dibujantes que le acercaban sus trabajos o algún contrato difícil de firmar. Ha sido un gran honor tener la confianza y la amistad de Trillo en estos años. Y mientras releo los cientos de e-mails que he guardado con nuestras conversaciones electrónicas, lamento no haberlo visto personalmente con mayor frecuencia, sobre todo en los últimos tiempos. Ahora resultan preciosas y escasas todas las veces que fuimos a comer a orillas del río, las reuniones de café, las charlas en su estudio.
Se fue Trillo. Demasiado pronto. La historieta del mundo lo llora.
Y yo lo voy a extrañar siempre.
* Guionista.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/subnotas/21649-5884-2011-05-10.html
Mi Trillo
Por Miguel Rep
Si me lo hubiera encontrado ayer a Carlos Trillo, y comentado sobre el fallecimiento de Carlos Trillo, hubiera reaccionado así:
–Uy, ¿en serio?
(...)
–Qué cagada, ¿no?
Y luego de un silencio más breve aún, levantando sutilmente las cejas:
–Y bué..., tsch, qué va a hacer...
Eso, que los amigos de Carlos sabemos sería una escena posible, nos alivia en esta terrible transición, nos aleja la tentación de manifestarnos con dolores pomposos y solemnidad. Carlos era así, naturalizaba mucho del disloque que ocurre en esta disparatada vida. Vida que ha culminado, para nuestra extrañeza, en plena vitalidad, proyectos y creaciones. Lo hemos visto siempre feliz, y eso nos alcanza. Y nos deja muchas historias, narraciones muy diversas, cuarenta años de hermosas historietas, con personajes que, como él, nunca se tomaron demasiado en serio este lado del mostrador. Fue hermosa tu vida, bigotón, gallego, y gracias por lo que de Carlos Trillo voy a llevar siempre en mí.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/subnotas/21649-5885-2011-05-10.html
Otras voces
Horacio Altuna (guionista y dibujante): “Desde un punto de vista profesional era, seguramente, el más grande guionista argentino después de Oesterheld. El agujero que deja es inmenso, porque tenía una gran producción, de muy alta calidad, que alimentaba a muchísimos dibujantes, entre los que en algún momento me conté. Creo que todos hemos trabajado con Trillo en los últimos 40 años, como en los ’50 y ’60 lo hicieron otros con Oesterheld. Era único e irreemplazable. Así de simple. Personalmente, parte de lo mejor que he hecho en historieta fue con Carlos. Podría decir que no sé qué hubiera sido de mi carrera profesional si no me hubiera cruzado un día con él. Le estoy agradecido por lo que me brindó y por lo que aprendí trabajando juntos. Chau, Carlos, gracias y hasta siempre”.
Rodolfo Santullo (guionista): “El primer recuerdo que tengo de una historieta de Carlos Trillo es en Fierro. La Fierro vieja, claro. La historieta era Peter Kampf lo sabía y directamente me fascinaba. Creo que a partir de ahí fue que empecé a buscar quiénes eran los autores de las historietas y empecé a buscar, obviamente, más historietas de este tal Trillo. Y eventualmente llegué a Cosecha verde. Y listo, fue el acabóse. Era de lo mejor que había leído en mi vida. Aún hoy, muchos años después, está dentro de lo mejor que he leído jamás. En el ínterin de ambas lecturas y mientras avanzaban los años, decidí que iba a tratar de escribir mis propias historietas y Trillo siempre fue un modelo a seguir. Uno difícil, sin dudas, ya que pocos autores crean personajes como Trillo, estructuras narrativas como él, argumentos con mil aristas, puntas, extremos, líneas. Años más tarde, tuve el placer de conocerlo. Poco, lamentablemente. En persona, apenas si charlamos dos o tres veces y fue muy grato encontrar a un tipo cálido, humilde, divertido. Cruzamos algunos mails también, pocos una vez más. Es muy triste saber que se ha ido. No hace mucho leía una extensa entrevista que le hacían en un blog italiano y me asombraba la cantidad de historias, series y novelas gráficas que desarrollaba al mismo tiempo, que ahora han quedado truncas. Huérfanas. Como todos nosotros que tratamos de escribir historietas y nuestro mayor modelo ya no está”.
Rudy (guionista y humorista): “Lo conocía personalmente, pero eso es anecdótico. Yo diría que Trillo es uno de esos maestros que tenían muchos alumnos, pero que no lo sabía. Creo que uno de los primeros contactos que tuve con la obra de Trillo fue Satiricón, en los setenta, cuando escribía con Alejandro Dolina. En esa revista había varias duplas. Es una cosa rara: eran dos escritores, pero ninguno era dibujante. Después me enteré de que antes de eso había dirigido la revista Antifaz. Fue una revista muy linda de fines de los sesenta que hacían los de Anteojito, pero con más historieta. Ahí aparecen por primera vez Lucky Lucke y Asterix, y además traía una serie de cuentos y literatura para chicos buenísima. Además, ¿quién puede sentirse lejano de las tiras como El “Loco” Chávez y El Negro Blanco? Fueron muy disfrutadas por mí. Trillo nunca estaba exento del humor: algunas historietas se iban más para otro lado, como Cybersix, de ciencia ficción y súper interesante. Pero muchas tenían que ver con cierta cosa humorística. Me acuerdo de Polución Nocturna, que salió en la primera Fierro. El grupo de gente que constituyeron en una época Trillo, Guillermo Saccomanno, Juan Sasturain hacía cosas muy esperables, muy disfrutables. Desde un lugar más egoísta, me gustaría seguir conociendo más historias contadas por él. Fue alguien que a mí me marcó, más que nada, en mi adolescencia y postadolescencia, pero que sigo recordando y riendo con las cosas que hizo. Fue un maestro y al mismo tiempo fue ese tipo que te contaba cuentos muy buenos de esos con los cuales no te vas a dormir. No te ibas a dormir nunca sus historias porque querías saber cómo seguían. Y cuando terminaban, uno quería que contara otro. Su obra tenía intriga pero también humor. Fue una persona que hizo cosas muy valiosas en su vida”.
Guillermo Saccomanno (escritor y guionista. Junto a Trillo, hacía la sección de críticas “Club de la historieta” en Skorpio): “Además de amigo, fue una marca importante porque tiene que ver con mi formación intelectual, no sólo desde lo que hace a la escritura de guiones, sino porque con él descubrí la historieta y la llamada ‘literatura seria’. El era un gran lector, infatigable, que podía leer desde Ray Bradbury hasta Raymond Carver. Además, formó generaciones enteras de lectores más allá de la historieta. Es una gran pérdida, es como perder un hermano mayor”.
Eduardo Maicas (coguionista de Clara de Noche y dibujante): “No lo puedo creer. Siento su muerte más por la parte humana que por profesional. Porque éramos muy amigos, hablábamos tres o cuatro veces al día. Y cada 15 días nos juntábamos en un bar religiosamente a hacer Clara de Noche, tira que hacemos desde hace 20 años. Lo quería mucho. Carlos siempre fue una persona muy noble y generosa. Y era un muy buen profesional: podía abarcar cualquier género y lo hacía bárbaro. En Clara... él era el verdadero guionista y yo le daba el toque de humor en el remate. Es inevitable el nombre de él cuando se habla de historieta argentina. Era muy humilde, pero era un grande. Se manejaba con simpleza y nunca se la creía. Nunca voy a olvidar algo que me decía cada vez que se iba de viaje: ‘Cuidá las Rodhesias’. Era como decir que cuidara el ‘kiosquito’”.
Fernando Calvi (dibujante y guionista, trabajó junto a Trillo en Cybersix): “Que era un gran guionista y creador de personajes es indiscutible. Lo genial es que nunca intentó legitimar desde otro lado que no sea la calidad. Con él tuve una relación muy particular cuando trabajamos en Cybersix. Fue una experiencia rara, muy linda. Vine del interior y lo fui a ver con guiones bajo el brazo y el tipo me atendió. De la noche a la mañana pasó de ser un ídolo a ser un compañero de trabajo. En ese tiempo, cuando nos juntábamos con Mandrafina, Maicas y él, comencé a conocer la cocina de todo. Fue súper interesante trabajar con él, porque era conocerlo antes de la producción. También fue un tipo muy inquieto. Jodíamos con que era más joven que yo, porque siempre estaba informado, actualizado. Y era un lector voraz. Si bien tenía un estilo y una personalidad muy fuerte, era un tipo muy dúctil. Tenía esa cualidad de ser guionista de dibujantes. Carlos les escribía a los dibujantes y potenciaba su obra. Con (Horacio) Altuna era un Trillo y con (Jordi) Bernet y (Carlos) Meglia, otro totalmente distinto. Es que era muy ágil y móvil en su producción: le daba una valoración muy grande a la dupla, intentaba entrar al mundo del otro y se adaptaba de una forma notable. Sin duda, fue un constructor de duplas. Cuando trabajabas con él, te permitía aprender muchísimo. No se guardaba nada, contaba todo, era muy franco. La interacción con la gente lo cargaba de pilas”.
Domingo “Cacho” Mandrafina (dibujante, hizo con Trillo Los misterios de Ulises Boedo y El husmeante, entre otros): “Su muerte fue tan inesperada como incomprensible. Siento un hueco enorme. No es sólo la pérdida de un amigo, hay que dimensionarlo como el profesional que era: un historietista testigo de todas las épocas posteriores a Héctor Germán Oesterheld. Trillo forma parte de la etapa más clásica de la historieta y a la vez estaba en contacto con las nuevas generaciones. Yo podía disfrutarlo en el trabajo, apreciarlo en la relación cotidiana con los tácitos y sobreentendidos que son imposibles de armar de la noche a la mañana, pero su ausencia va más allá: es irreparable, además, por el talento que tenía”.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/subnotas/21649-5883-2011-05-10.html
CARLOS TRILLO ERA UN GENIO!
A veces la vida te da cosas hermosas. Y a veces te las cobra carísimo. Yo soy un privilegiado: a los 12 años leía y veneraba con pasión a Solano López, Horacio Altuna, Juan Zanotto y Carlos Trillo. A los 32, comía facturas o milanesas en la casa de Solano López, Horacio Altuna, Juan Zanotto o Carlos Trillo. Poder hacerte amigo de tus ídolos es maravilloso. Pero es un arma de doble filo: cuando uno de ellos se va, te deja un dolor indescriptible. Se va el grande de la historieta, el que te hizo pasar (a vos y a millones de lectores más) momentos inolvidables, en los que te fascinó con sus relatos dibujados... pero también se va tu amigo, el que compartió con vos charlas, asados, viajes, bromas, alegrías y tristezas. Ese dolor indescriptible, horrible, que hace que se me complique incluso apretar las teclitas del teclado, no es nuevo. Debutó cuando murió Zanotto en 2005 y volvió por partida doble en 2008 cuando se nos fueron Dani the O y Carlos Meglia. Hoy volvió recargado, afilado, más tremendo que nunca.
Carlos Trillo fue, para todos sus amigos (que éramos muchísimos), un tipo absolutamente fundamental, central, un pilar, más que un totem. Carlos tenía la edad de mis viejos, pero me trataba a mí (y a los otros amigos de la edad de sus hijos) como pares, de igual a igual, sin hacer pesar jamás la infinita chapa que le daban, además de los años, la fama internacional y el talento descomunal. Carlos era pura generosidad: las puertas de su estudio siempre estaban abiertas para quien quisiera compartir una tarde de libros, historietas, Coca (Zero) y alfajores. Las charlas solían arrancar por el lado del comic, su fauna y su mercado, pero podían derivar fácilmente hacia la literatura, el cine, la sociedad o la política. El futbol no, no le interesaba en absoluto. En todas esas charlas, Carlos enseñaba (a veces sin darse cuenta) y uno aprendía. Cualquiera que haya presenciado alguna de las charlas, talleres, o conferencias que brindaba en eventos y convenciones sabe que estoy hablando de un tipo de enorme lucidez, ameno, dinámico, al que le encantaba comunicar.
Había estudiado Derecho, pero abandonó cuando le faltaban unas pocas materias. Pronto encontró trabajo como creativo publicitario, una profesión que dejó cuando promediaban los años '80 y en la que brilló de la mano de colaboradores como Martín García, Guillermo Saccomanno y Alejandro Dolina. Pero ya desde los '60, Trillo coqueteó con el guión de historietas, al principio en una editorial muy chiquita, más tarde escribió cuentos para la revista Patoruzú y ya en el '67 escribía comics para las revistas de García Ferré: el semanario Anteojito y el mensuario Antifaz, más orientado a la historieta.
Para mediados de los '70, Trillo ya era un verdadero guionista de historietas, que trabajaba nada menos que con Alberto Breccia y Horacio Altuna. Después se sumaron a la lista Enrique Breccia, Ernesto García Seijas, Tabaré y muchísimos más, hasta llegar a nuestra década con un elenco de dibujantes increíble, en el que brillan Jordi Bernet, Cacho Mandrafina, Lucas Varela, Pablo Túnica y Eduardo Risso. En el medio, Trillo trabajó con casi todas las luminarias de la historieta nacional y también con próceres de otras latitudes, como Fernando Fernández o Roberto Dal Pra. Por si le faltara algo, co-escribió dos textos de difusión de la historieta y el humor gráfico, uno junto a Saccomanno y el otro junto al gran Alberto Bróccoli.
¿Qué lo distinguía a Carlos de otros grandes guionistas, como Robin Wood, o Ricardo Barreiro? Yo creo que la pasión por la historieta. Carlos era uno de los pocos autores consagrados que seguía leyendo (además de mucha literatura, ensayos, investigación periodística, etc.) mucha historieta. Solíamos ir a comprar comics, varios de sus amigos le recomendábamos autores, le prestábamos material... y él hacía lo mismo con nosotros! De cada uno de sus viajes por el mundo, traía alguna revista o álbum con autores que no conocíamos y nos señalaba los que a él le parecían mejores, para que tratáramos de conseguir otros trabajos de ellos. La mesa de su estudio siempre estaba repleta de historietas, y no precisamente de las que escribía él.
Y su otro rasgo más notable debe haber sido la versatilidad. Trillo escribía desde hace muchos años una historieta para la revista Jardín de Genios, apuntada a los chiquitos que todavía no leen. Y al mismo tiempo hacía historieta porno pasada de rosca para revistas europeas! En el medio, buenas historietas para chicos, aventuras para adolescentes y relatos más jugados para los lectores adultos. No había género ni registro que lo intimidara. Ni siquiera el de los superhéroes, como demostró con Cybersix, su memorable incursión en ese campo.
Otra particularidad de Trillo era su facilidad para crear buenos personajes femeninos, sin duda el rubro en el que superó holgadamente a su maestro, Héctor Oesterheld, en cuyas historietas las mujeres jamás tienen onda, ni protagonismo, ni nada. Trillo, en cambio, te bombardeaba con series en las que las mujeres tenían la manija: Clara de Noche, Cybersix, Fulú, Sick Bird, Sasha Despierta, Custer, Bolita, Basura, La Marque du Peché, Borderline... y por supuesto en las demás suelen aparecer personajes femeninos relevantes, creíbles y bien trabajados, empezando por las inolvidables minas del Loco Chávez.
Falta muchísimo, creo yo, para que nos terminemos de dar cuenta de la gravedad de la pérdida que acabamos de sufrir. Trillo era enorme en muchos sentidos y la marca que deja en este medio sólo se compara a la que dejaría la luna si impactara contra la tierra. Prolífico, prestigioso, exitoso, Trillo se las ingenió (como Moebius, o David Bowie) para ser vanguardia 40 años ininterrumpidos. Fue historiador, fue editor, recorrió el mundo representando a la historieta argentina, supo hacernos reir, pensar, hacer memoria, nos emocionó, bajó línea en épocas en las que bajar línea podía costarte la vida, abrió caminos, abrió cabezas, enseñó, mutó, evolucionó, se reinventó y siempre, absolutamente siempre, convirtió esa inigualable experiencia en sabios consejos que regaló a quienes se le acercaron en busca de una brújula, ya sea en la profesión o en la vida.
Carlos falleció en Londres, cuando para nosotros era la noche del 8 de Mayo, pero para los ingleses era la madrugada del 9. Hacía muy poquito había soplado las 68 velitas. Estaba de viaje junto a su mujer, la escritora Ema Wolf, con quien tuvo dos hijos. Se descompuso, lo llevaron a un hospital, y ahí quiso la fatalidad que llegara a su fin esta leyenda. Todavía no se sabe cuándo llegarán sus restos a la ciudad de Buenos Aires, que lo vio nacer un 1º de mayo de 1943.
Tampoco se sabe cuántos años tardaremos en recuperarnos de este golpe, cuántos homenajes habrá que organizar para hacer honor al gigantesco legado, a la infinita chapa, al incomparable talento de ese maestro, ese genio, ese amigo que ya no está y al que tantos le debemos tanto. Empezamos por esta nota, muy humilde, pero escrita desde el corazón. Un millón de gracias, Carlos. Por todo. Y hasta siempre. (Andrés Accorsi)
http://www.comiqueando.com.ar/notas_detalle.php?id=1371
Por Laura Vazquez
Desde el domingo a la noche, el tiempo no pasa. Hoy martes, a esta hora, debería estar dictado mi seminario sobre historieta argentina en la facultad. Los textos de Trillo se acumulan en la caja “Artes Secuenciales” de la UBA. Y no sé cómo ponerme al frente del aula sin largarme a llorar. Entonces, no lo hago. Yo no sé si era “otro Carlos” con el que me conectaba, pero poco me importaba su figura de guionista. Leí casi todos sus libros, por supuesto, hasta me atreví a escribir sobre su obra, pero no era por ahí la cosa. A Carlos y a mi nos gusta hablar de historia, de literatura, de Masotta, de Copi, de García Ferré, de arte, de crítica, de Carver, de ciencia ficción, de cine, de Oesterheld, de Breccia, de teoría y pavadas como esas. Miro las postales de un pasado que no puedo ni quiero soltar. Y ahí nos veo, en los cafés y comidas (siempre con Diego) haciéndonos un hueco para hablar de “cosas serias”. Y luego la charla seguía y hablaban de editores, de dibujantes, de contratos y yo me perdía. Cada tanto me nombraba en una nota al lado de los guionistas. O decía por ahí que le gustaba cómo escribía, que tenía que hacer más guiones de historietas. Y yo luego lo llamaba o le escribía para recriminarle: “¡Pero no me chicanees más Carlos! ¿Vos sabes que soy investigadora y que laburo de otra cosa?”. Y siempre, ahora releo o recuerdo decía: “pero se puede hacer todo bien”. Él sí, yo no. Durante años lo llamé y escribí para pedirle datos, para corroborarlos, para que me lea un capítulo o un ensayo en proceso. ¡Le envíe hasta ponencias de Congresos y artículos de revistas académicas! Nunca me dijo: “Estoy podrido de vos” y seguramente, lo estuvo en algún momento. O no. Como sea, me respondía y daba meticulosas sugerencias siempre iluminadas y certeras. Me aconsejaba alguna lectura, me corregía un año o un apellido mal escrito. Y nunca dejaba de alentarme. Cuando le mandé la tesis hace un par de años me escribió uno de los correos más lindos que haya recibido alguna vez. Lo llamé al estudio para agradecerle y lo primero que dice es: “Estoy en la bibliografía como investigador y crítico, ¿ese debe ser un error, no?”. Y se refería al capítulo 7 (que no está en el libro) “Intelectuales e Historietas”. Porque ahí estaban Oscar Masotta, Oscar Steimberg, Jorge Rivera, Juan Sasturain y estaba él, obviamente. Tan sólido, tan faro, tan inquieto. El libro que hicieron con Saccomanno para Récord, ya deshojado, en bolsita, lo doy cada cuatrimestre en la facultad. Sus textos publicados en los catálogos de las Bienales, los de los fascículos de Toutain, los del CEAL. Algunas entrevistas que le hice y otras que fui rastreando. La sección “El club de la Historieta” en Skorpio. Mientras otros le demandaban técnica, oficio y virtuosismo como escritor de historietas, yo le pedía que me explique la historia. Y estoy segura que nos satisfacía a todos, con creces. Por ahí no coincidíamos: “Laurita… no creo que Las Puertitas del Sr López sea tan importante para que lo presentes en un congreso”. Y yo creí siempre que lo poco importante, en todo caso, era el congreso. Pero él me leía y me daba su devolución, a favor, siempre sumando. Discutíamos sobre el libro de Dorfman y Mattelart. ¡A Carlos le encanta tanto el Pato Donald!. A mí no. Así que es divertido hablar (era divertido hablar) de ello. Cuando lo llamé para invitarlo al congreso de Viñetas Serias se alegró porque se iba a reencontrar con Oscar Steimberg después de no sé cuántos años sin verse. La vida los había alejado, esas putas cosas del destino. Me acuerdo que me mandó un mensajito de texto el día de su charla para decirme: “Estoy perdido en la Biblioteca Nacional”. Ya estaban todos. La mesa la coordinaba Fede Reggiani, estaba Oscar, el público. Salgo corriendo para el hall. Nuevo mensaje: “Estoy en el ascensor”. Se abre la puerta y lo veo ahí: “Ah, me viniste a buscar….está bien, es un laberinto la biblioteca, ¿no?”. La charla salió maravillosa. El reencuentro de los dos, me sacó alguna lágrima que disimulé. Fede hizo un trabajo impecable: llevó la conversación por rumbos deliciosos y ahora nos queda eso para atesorar, dos horas de filmación y un aplauzo de cierre. Nos escribimos y vimos varias veces después. Pero no los últimos meses. Me apuraba con la investigación sobre García Ferré y Quinterno. En uno de sus últimos correos (las últimas veces, escribía él) me dice, copio: “¿Para cuándo la entrevista con García Ferré?, el hombre está muy viejito y tenes que entrevistarlo. Cuando quieras hablamos de mi paso por la editorial”. No llegué a hacerlo. Total, había tiempo. ¿Qué apuro hay? Nos mudamos hace un par de meses, el verano se pasó rápido y bueno, total, Carlos estaba siempre ahí, a la vuelta de la esquina. Ese trabajo fue mi proyecto de ingreso a Conicet. Antes de enviarlo para evaluar y después que lo lea Diego, se lo mandé a Carlos. No sé porqué (o sí sé porqué…él tenía la fiebre de la investigación en la sangre) se encantó con este proyecto. Yo le decía que mi muñeco favorito era un Topo Gigio que hablaba. ¿Y qué decía?” Me preguntó una vez: “A la camita… ¡qué va a decir Carlos!”. Y se rió. Ese costado infantil que lo hacía tan maravilloso. Como si siempre se pudiera entender perfectamente con los niños. Por eso estaba rodeado de jóvenes. Por eso a todos nos parecía que estaba siempre igual. A Carlos no le pasaba el tiempo. O sí, pero era el mismo. Los que madurábamos, éramos nosotros. La última vez que lo vi le dije que le debía un libro de Copi, uno deshojado, sin tapa, uno que me prestó hace años. Me contestó que se lo lleve al estudio alguna tarde y de paso hablábamos del tema. Al libro me lo quedo ahora, junto a la charla que no fue. Ese día también me preguntó por el enano, el que hacíamos con Ale Lunik. “Ustedes tienen que hacer un libro juntas, son bárbaras…”. Y yo le decía que sí, que espere, que seguro que lo íbamos a hacer. Teníamos una reunión con Ale ayer, para arrancar, pero la reunión se resiste sin él. El primer Ojo al Cuadrito, fue sobre Bolita (el último, el de este sábado, sobre una historieta de Matías Trillo) Me escribió que le gustó (aunque no sé si demasiado) porque enseguida me preguntaba por García Ferré, por Copi…por los proyectos “serios”. Y me decía que le cuente en qué andaban esas investigaciones, pero yo me hacía la distraída, no avancé mucho el año pasado. Y no fui a hablar sobre la familia panconara, ni sobre hijitus, ni sobre el hada patricia, porque ya habría tiempo. Si él siempre está ahí, tan generoso y grande como pocas veces conocí. Era un maestro y más que eso. Era un amigo. Nudo en la garganta. Y los amigos nunca parten…¿no?
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