
miércoles, 24 de agosto de 2011
EL JARDIN DE LOS SENDEROS QUE SE BIFURCAN
lunes, 15 de agosto de 2011
Apocalipsis Now

Con algunos, ni tres pasos
Por José Pablo Feinmann
Los de Cristina Kirchner y los de la derecha mediática son dos proyectos diferenciados y antagónicos que hoy se expresan, no sólo en nuestro país, sino en el drama (cercano al desastre o a la implosión de todo un sistema) que sacude al mundo. La economía liberal consagrada desde el Consenso de Washington ha arrastrado al capitalismo a la peor de sus crisis. Poco bueno se puede esperar de cualquiera de las resoluciones que ese acontecimiento histórico termine por expresar. No es casual que hasta el momento América latina, y muy especialmente nuestro país, se haya encontrado poco afectado por ella. Argentina –sencillamente– no está dentro de la economía neoliberal ni dentro del proyecto político que el capitalismo del tercer milenio sigue –casi de un modo suicida– impulsando. El proyecto neoliberal implica la hegemonía de un capitalismo financiero y especulativo que se realiza al margen de la producción. Según he leído, el eminente Eric Hobsbwaum ha declarado que la solución de los problemas actuales del capitalismo está en Marx. No creo que esté demasiado lejos de la verdad o de un valioso puñado de ellas. Pero son muchos los que saben que El Capital inicia su poderoso despliegue con un análisis de la mercancía, que su capítulo inicial lleva por título Mercancía y dinero y se abre con la siguiente frase: “La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un ‘enorme cúmulo de mercancías’, y la mercancía individual como la forma más elemental de esa riqueza. Nuestra investigación, por consiguiente, se inicia con el análisis de la mercancía”. ¿Qué significa esto? Que el capitalismo que Marx analizó en el siglo XIX era un sistema productivo. Todo sistema productivo requiere un mercado de consumo. La antigua burguesía ganaba su dinero produciendo mercancías y, para hacerlo, requería fuerza de trabajo. Esa fuerza de trabajo –que eran los obreros– encontraba una inclusión en el sistema porque era a la vez una fuerza consumidora, junto a todos los otros sectores de la sociedad. Las clases medias ligadas a los estamentos de servicios, por ejemplo. No a los de la producción directa. Como fuere, el antiguo capitalismo generaba trabajo, pues su centro era la fabricación de mercancías. La dialéctica entre la producción y el consumo requería de ambos polos. No había producción sin consumo ni consumo sin producción. Este capitalismo (a partir, sobre todo, de la derrota de la Unión Soviética) fue reemplazado por un capitalismo financiero y especulativo, que, lejos de generar inclusión y puestos de trabajo, genera marginalidad y exclusión. En menos de veinte años está al borde del abismo. Los territorios de experimentación del Consenso de Washington fueron los países de América latina. Acaso Argentina haya sido el conejito de Indias privilegiado en que los diez puntos creados por el economista John Williamson y llevados adelante por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial como entes hegemónicos se aplicaron fervorosamente. Ese fervor se llamó menemismo. El gobierno de Carlos Saúl Menem y sus socios del capitalismo financiero y agrario cumplieron el esquema de los diez puntos del Consenso y devastaron el país, enriqueciéndose ellos en uno de los bandalajes más grandes de nuestra historia. El país –así destrozado– llegó a las crisis de 2001 y 2002. De esas crisis (que son un precedente de la que ahora conmueve a los países del Primer Mundo) salimos por medio de un esquema económico completamente alternativo. Fue el que aplicó el llamado “kirchnerismo”. Una mezcla de Keynes, el primer Perón y el populismo de izquierda latinoamericano. Ante todo, la recuperación de la política por medio de la recuperación del Estado. Desde Martínez de Hoz se dijo en la Argentina que achicar el Estado era agrandar la Nación. No es casual: el poder que hoy se empeña en retornar al capitalismo de la primacía de la economía, del “libre” mercado y de la primacía del capitalismo, no de la producción, sino de la especulación financiera y de la destrucción del Estado, es hijo dilecto de Martínez de Hoz y de los militares del golpe del ’76, de aquí que tanto los defiendan o que tanto los enfurezca que se los juzgue y acusen al Gobierno que lo hace de pertenecer a cierta remota organización armada de los años ’70.
A partir de 2003 la recuperación de la economía argentina es palpable y evidente. Lo saben aun los que odian a este gobierno, pero también saben que la están pasando bien, hasta diría demasiado bien. Autos cero cambiados cada dos años, restaurantes colmados, vacaciones, ropa, casas nuevas, etc. Por otra parte, el panorama de algo llamado “oposición” es tan desteñido que ha terminado casi por evaporarse. Sin embargo, la oposición no es la oposición. La verdadera oposición son los medios. El poder mediático en manos de las más grandes corporaciones que se han beneficiado y se beneficiarán aún más con un retorno a los viejos tiempos no tan viejos: apenas los benditos noventa. ¿Por qué la crisis mundial no ha afectado aún (y acaso lo haga, pero en una medida irrelevante) a la Argentina? Porque Argentina no participa de ese sistema económico. La economía política argentina (con lo que quiero decir: no hay economía sin un proyecto político detrás) se basa en la recuperación del Estado, en un intento de distribución del ingreso (que choca con enormes resistencias: recordar los días negros del conflicto con el “campo” en que todos, pero todos, desde la derecha hasta la izquierda, se unieron contra el Gobierno para defender un 3 por ciento de las ganancias millonarias de los dueños de la tierra), lucha contra los monopolios mediáticos en un intento inédito en este país de, por decirlo así, deconstruirlos y llevarlos a una competencia leal e igualitaria dentro del mercado (y lograr que éste sea realmente “libre”), sensibilidad ante los sectores populares y la lucha contra la pobreza, política abierta y valiente por los derechos humanos, juicio a los criminales de la dictadura, respeto y apoyo a las Madres y a las Abuelas (si ningún represor fue víctima de alguna venganza individual fue por la lucha de esas heroínas que nos distinguen ante el mundo y que jamás pidieron venganza sino justicia) y varias cosas más que llevan a dibujar una clara identidad de populismo de izquierda, la expresión política latinoamericana más avanzada en la lucha contra los poderes imperiales que en este momento puede librarse. Esto siempre será excesivo para la derecha y escaso para la izquierda. No importa. Es bueno y alentador que la izquierda haya superado el 1,5 por ciento, porque eso la alejará de las tentaciones de otras vías que no sean las de la participación dentro de la lucha democrática.
Aunque algunos lo digan, no termino de convencerme acerca de la inteligencia del electorado de Buenos Aires. Que sería así: votar a Macri para contener el poder omnímodo de Cristina Kirchner. Macri ya gobernó cuatro años y no contuvo nada. ¿Por qué habría de hacerlo ahora? No lo hará. No es un político. No tiene un partido ni gente capaz. Hará otra triste experiencia. Y si lo votaron desde el antiperonismo, se equivocan. El cristinismo es una experiencia nueva en el país. Sus raíces están en el peronismo, pero no diría lo mismo de su futuro. No es que lo desee. Sólo creo que será así. Cristina K irá en busca de un gobierno de unidad nacional, moderno, nuevo, sin bloqueos partidarios. Ahora bien, en la “unidad nacional” no entran todos. Porque, si así fuera, esa “unidad nacional” sería la noche en que todos los gatos son pardos. No, los canallas afuera. Esta determinación deberá ser ampliamente consensuada, jamás unilateral, pero existen en el país muchos que no lo quieren ni desean su triunfo, sino el propio, el de sus intereses, el de sus finanzas y para ello acuden a cualquier cosa. Sobre todo, a la mentira y a la injuria. Con todos, sí. Pero con ellos, no. Esa consigna que circula por ahí (“Con Videla o contra Videla, pero todos juntos”) es, para mí, un insulto. Y para muchos argentinos. Por fortuna, para la mayoría. Uno, si no es claramente un hijo de puta, no camina ni tres pasos con un tipo que está con Videla.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-174504-2011-08-15.html

viernes, 12 de agosto de 2011
Bye Solano
lunes, 1 de agosto de 2011
Igualitos
Leonard: [Who is trying to cheer up Sheldon] I have an idea, why don't we play one of your car games.
Sheldon: Alright, this game is called Traitors. I will name three historical figures and you will name them in order of their betrayal. Benedict Arnold, Judas, Dr. Leonard Hofstadter.
Leonard: Do you really think I belong with Benedict Arnold and Judas?
Sheldon: You're right. Judas had the courtesy to hang himself after what he did. OK, round two. Leonard Hofstadter, Darth Vader, Rupert Murdoch,
Leonard: Rupert Murdoch?
Sheldon: He owns Fox and they canceled Firefly. Hint: he and Darth Vader are tied for number two.
Allá son un multimedio monopólico, acá ídem
Allá quieren voltear al presidente electo, acá ídem
Allá se llevan mejor con los republicanos, acá con los represores
Allá cancelan Firefly, acá te pasan showmatch
(y obvio a los dos les encantan las escuchas ilegales)
domingo, 31 de julio de 2011
All Right

Fragmento de "La sangre derramada"
* * *
Antes de introducirnos en la temática de los medios y los fines abordaremos otra también decisiva: totalidad y particularidad. Un gran político de nuestro país --Carlos Auyero-- dijo, refiriéndose a la lucha de trabajadores neuquinos, gente que obstruía rutas, que las ocupaba pacíficamente, "No son subversivos, no quieren cambiar el sistema, quieren entrar al sistema". Fueron, casi, las últimas palabras de Auyero, ya que murió al terminar el programa de televisión en que las pronunció. Fue, así, el testamento político de un hombre excepcional. Hablaba de gente sin trabajo, de los excluidos de la sociedad de la exclusión. No querían cambiarla, querían entrar en ella. Esta frase le valió la crítica de los "revolucionarios". No se trata de entrar al sistema, dijeron. Se trata de cambiarlo. No advirtieron que el sistema de exclusión no tolera la inclusión de los excluidos. Razón por la cual pedir entrar al sistema, pedirle al sistema de exclusión que incluya a sus excluidos... es querer cambiarlo en totalidad; es pedirle que se transforme en algo que no es. Tal vez, entonces, sea subversivo. Más adecuado que reducir la cuestión a un tema tan transitado y ya esquemático será decir que las luchas zonales, parcializadas, son radicalmente incómodas para el Poder. Que no son vanas. Y que tiene pleno sentido y racionalidad políticas su emprendimiento.
Para desarrollar el tema totalidad/parcialidad tomaremos dos figuras poderosamente emblemáticas: la de Ernesto "Che" Guevara y la del Subcomandante Marcos. Uno expresa la exigencia del cambio en totalidad, la metodología de la violencia para la toma del Poder. Otro... postula no tomar el Poder.
Veamos. La característica que define al hombre de derecha (porque todavía hay derecha y hay izquierda, y no sólo por la existencia del libro de Bobbio) es que el hombre de derecha acepta la desigualdad como un dato de la naturaleza; en cuanto tal no transformable ni deseablemente transformable, ya que expresa un sabio equilibrio que sería imprudente y blasfemo quebrar. "Las cosas son así", dice. O también: "Pobres habrá siempre". Hace del orden social una factibilidad inmodificable. Si es inmodificable, ¿por qué indignarse ante ella? Lo esencial del hombre de izquierda es negar esta facticidad. O historizarla: "Esto es así ahora. Y es modificable y me indigna la praxis de quienes lo impiden, de quienes viven a su costo, de quienes dicen que esta facticidad es lo real y que no sólo es así, sino --sobre todo-- que es así como debe ser". Esta actitud surge de una ruptura esencial. Una ruptura ante lo dado, ante la facticidad, ante el orden que ha establecido el Poder. Esta ruptura, a su vez, establece una inmediata actitud existencial: el compromiso con aquellos que padecen la injusticia. Es lo que dice Ernesto Guevara en el párrafo final de esa carta de 1965 en la que se despide de sus hijos: "Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario". Es, también, su cualidad esencial. Sin este pathos no existe el hombre de la ruptura: el hombre que dice no, esto está mal, esto no es ni debe ser necesariamente así.
Así las cosas, la primera, fundante semejanza entre Guevara y Marcos está en ese pathos del rechazo a lo instituido, a lo establecido y el consiguiente compromiso con todos aquellos que sufren los rigores de la injusticia. El Subcomandante insurgente Marcos --o, si se prefiere, el zapatismo-- lo dice en un texto de particular expresividad y belleza: "Marcos es gay en San Francisco, negro en Sudáfrica, asiático en Europa, chicano en San Isidro, anarquista en España, palestino en Israel, indígena en las calles de San Cristóbal, chavo banda en Neza, rockero en CU, judío en Alemania, ombudsman en la Sedena, feminista en los partidos políticos, comunista en la post guerra fría, preso en Cintalapa, pacifista en Bosnia, mapuche en los Andes, maestro en la CNTE, artista sin galería ni portafolios, ama de casa un sábado por la noche en cualquier barrio de cualquier ciudad de cualquier México, guerrillero en el México de finales de siglo XX, reportero de nota de relleno en interiores, mujer sola en el Metro a las 10 p.m., jubilado de plantón en el Zócalo, campesino sin tierra, editor marginal, obrero desempleado, médico sin plaza, estudiante inconforme, disidente en el neoliberalismo, escritor sin libro ni lectores, y es seguro, zapatista en el sureste mexicano. En fin, Marcos es un ser humano cualquiera en este mundo. Minoría intolerada, oprimida, resistiendo, explotando y diciendo su "Ya basta". Los intolerados buscando una palabra, los eternos fragmentados, nosotros. Todo lo que incomode al Poder y a las buenas conciencias".
De este modo, a Guevara y a Marcos los iguala la elección radical por los desamparados. Guevara exigía sentir como propia toda injusticia. Marcos quiere ser negro en Sudáfrica, palestino en Israel y judío en Alemania. Los diferencia su concepción del Poder. Para Guevara --marxista ortodoxo, formado por las lecturas más clásicas y directas del marxismo-leninismo-- era imperioso tomar el Poder y luego, desde él, instrumentado al Estado, establecer una dictadura que llevara a la creación de una sociedad sin injusticias, sin desigualdades. El Subcomandante insurgente Marcos detesta tanto al Poder... que no quiere tomarlo. Escribe: "La guerra siempre ha sido privilegio del Poder, para los desposeídos quedaba sólo la resignación, la sumisión, la vida miserable, la muerte indigna. Ya no más. Los mexicanos hemos encontrado en la palabra verdadera el arma que no pueden vencer los grandes ejércitos. Hablando entre nosotros, dialogando. Los mexicanos caminamos contra la corriente. Frente al crimen, la palabra. Frente a la mentira, la palabra. Frente a la muerte, la palabra".
viernes, 15 de julio de 2011

El espíritu de la ciudad
Por Horacio González *
Las cifras contundentes de los comicios arrojan tanto el aliento como la dificultad. Al primero hay que redoblarlo; a la otra, vencerla. Momento, pues, de algunas preguntas. ¿Cómo se formó el macrismo? Incluso esta expresión –macrismo–, ¿cómo usarla para que describa la situación que atraviesa la conciencia política de una ciudad? ¿Podría perder su estado vaporoso y decirse con ella algo referido a las ideologías, a las formas colectivas de lo político? No es un fenómeno genuinamente popular, pero sus votantes forman alarmantes mayorías electorales. No lo es, a pesar de su red de punteros en barrios, sus coqueteos con las formas más macilentas del peronismo, sus arabescos plebeyos y los ornatos de una supuesta juvenilia en francachela. Sin embargo, no es fácil penetrar en la formación anímica de esta masa numerosísima de votantes. ¿Vienen de antiguas configuraciones de la ciudad-puerto, con sus acciones refractarias a una modernidad abierta y justa, o el macrismo anuncia otra modernidad posible para la ciudad, donde ya no importe la ciudadanía renovadora sino un conservadurismo que festeja tecnologías y renueva un pacto de beneficencia populista con sectores desposeídos? ¿Y éstos? ¿Son herederos de antiguas epopeyas, conservan el legado ya deformado de la inmigración democrática o expresan también oscuros prejuicios y gozan con virulencia de una inconsciente subalternidad?
Quien quisiera escribir la historia del macrismo deberá tropezar con la falta de sus antecedentes en el tejido político nacional, pero tiene referencias anteriores en todos los intentos de generar “fuerzas nuevas” despojadas de las marcas onerosas de la política nacional. Los precursores del macrismo se encuentran en el propio intento de crear movimientos “sin precursores”. No tener “historia” es lo que se exhibe como señal adecuada. ¿Reconoce tradiciones, legados, momentos precedentes en que inspirarse? Ya sabemos la respuesta. El macrismo parece portador del orgullo de haber sido creado ex nihilo. Todo en medio de globos de cumpleaños (“bienvenidos”) y de un desenfado para exhibirse orgullosamente sin marcas de una historia nacional, cualquiera que fuera. El arte de refutarlo no es deshistorizarse del mismo modo, sino haciendo atractiva la insospechada epopeya que ahora será necesaria para derrotarlo.
Gana el macrismo con una vulgaridad sutil. Lo vulgar del macrismo no fue siempre visto como un etéreo ingenio publicitario sino como un modo de encubrimiento de su verdadera raíz ideológica, rellena por demás de pliegues empresariales, gerenciales y mercadotécnicos. Nada de eso es ajeno a su realidad, pero hay algo más a decir. Esa superficie lisa, sobradora, desdeñosa de lo que es sustancial a la política –su complejidad–, no sólo encubre sino que ha encontrado una buena manera de presentarse publicitariamente como el ser mismo de lo político. La política como el extremismo de la simplicidad; la elocución plana, crasamente uniforme; lo meloso, lo esquivo, lo previsible servido en bandeja. En Buenos Aires, una mayoría social sorprendente lo viene escuchando. Mucho se ha escrito sobre los enigmas culturales de esta ciudad. La relación de la vida popular con los actuales resultados electorales es uno de ellos.
Imaginemos la historia misma de este precursor aparentemente sin nada atrás suyo: Mauricio Macri fue a colegios de primera, privilegios notorios combinados con una rebeldía señoritil respecto al orden paternal y empresarial, en el que la empresa –respaldo, al fin, de sus devaneos aventurescos– es invocada y abandonada como en toda ambigua relación del heredero con los poderíos que lo atraen y en los que se inspira para buscar, sin embargo, esos “caminos propios”. Boca Juniors fue una larga jornada preparatoria, lógicamente de más importancia que sus primeros trabajos como “analista senior” en la empresa de papá. Cuando hablaba con Martín Palermo u otros jugadores, un aroma de paternalismo se desprendía de ese joven que gozaba del infrecuente entretenimiento de ser presidente del club más popular del país como quien cae en una realidad ajena, a la que se llega con saltos sociales más largos que los que luego realizara sobre módicos baches urbanos. Su secuestro por parte de una banda policial ocurrió hace dos décadas y por un instante su suerte se pareció a los terribles acontecimientos que habían paralizado al país de espanto. Evidentemente, sólo quiso percibir ahí un aciago episodio particular que le ocurría al niño señalado por la fortuna y no un vestigio que lo introducía en jergas secretas y actos criminales surgidos de la urdimbre sobrante del terrorismo en el Estado. Por el contrario, vio allí procedimientos que achicaban su mundo entre policías que pedían rescate y policías que lo rescataron.
Se trata de una carrera política atípica y afortunada, y se inscribe allí aquel momento de infortunio que es como si hubiera ocurrido en una zona ajena a la sociedad argentina, donde se movieran solamente ángeles y demonios de una pesadilla exterior solucionada, olvidada. Pero ésas son las estaciones del aprendizaje de Macri y centro crucial, acaso, de su vida. Sin duda, el estilo de juerga estudiantil que su grupo ha adoptado es la otra punta o el resultado de la densidad histórico-política cancelada, lo que opera como taponamiento de los poros de sensibilidad social, aun las mínimas que todo ser político contiene.
El PRO surgió en algún momento como la última instancia de una borradura; sigla dentífrica, despojada de huellas, alisada de manera que con ella se pudiera hablar sin modular conceptos; sólo con sensaciones, chascarrillos o mohínes de desaire. Macri se expresa así, con el evangelio del buen muchacho. Su estilo desembarazado es el de quien busca siempre ser exonerado. Su opinión sobre la inmigración es apenas sobre el desorden. ¿Alguien escuchó racismo ahí? Su opinión sobre la cuestión policial es apenas sobre el autonomismo de la ciudad. ¿Alguien escuchó ahí espionaje, patoterismo o sorda disputa territorial? Su opinión sobre los vínculos sociales es un acariciar a la gente, la protección que palmea al anciano o se reconforta con el músico con rastas (el “juntos venimos bien” cierra de pinza de los que ya están respecto a los que se les da “bienvenida”, publicidad meliflua y eficaz que en su tontería tiene un activismo que le falta a las otras). ¿Alguien ahí escuchó demagogia o desprecio publicitario por las vidas reales? Dijimos que al hablar busca ser exonerado. ¿Por qué vamos a pretender que hable con el lenguaje real de las implicaciones sociales si él viene a negarlas con su negligencia deshistorizada? ¿De qué hablan?, pensará él cuando escucha palabras “ideológicas”, a las que tacha así sin ningún problema. Si él sólo quiere ser exonerado de ellas para mostrar actos desnudos de gobierno, parecerse a una tuneladora o a una parada de metrobús. Por primera vez en la historia de la ciudad rige la exoneración como ideología supina en el lenguaje público gobernante.
A pesar de todo esto, Macri pudo dar su mensaje y encontrarse finalmente con una gran médula empedernida de creencias de un vasto sector social porteño, que hace varias décadas viene amasando una ideología soterrada basada en diversos encriptamientos: de la ciudad frente a los flujos nuevos de población; de los domicilios privados frente a un mal exterior indefinido que atacaría en forma inminente; de las conciencias ciudadanas, agrias de carácter, frente a imaginarias amenazas sin rostro culpadas de las frustraciones imanentes del vivir metropolitano. La ciudad ha perdido así su espíritu, como si el cínico desenfado de un Durán Barba fuera por fin la última forma encontrada de vivir en una urbe donde decrecen las libertades espontáneas y aumentan las devociones planificadas. El mencionado asesor electoral hace tiempo ha propuesto a los iconos de Internet como modelo de vida y los clichés existenciales (“antes era prestigioso el cazador, ahora el ecologista”) como nueva ontología ciudadana.
La ciudad autónoma estaría pareciéndose a aquella que marchaba hacia la Batalla de los Corrales, en 1880, con líneas cruzadas entre el gobierno nacional y el gobierno de la ciudad, que ahora sólo podrán resolverse no con el autonomismo de derecha de Macri (autonomismo porteñista, desconfiado, sedimentado de oscuras vindictas) sino con un nuevo autonomismo frentista que pueda convocar –para la segunda vuelta estamos hablando– no sólo a fuerzas políticas coalicionadas, sino también –para hablar más especialmente el idioma de las grandes tradiciones políticas de cambio– a trabajadores, sectores medios, estudiantes, intelectuales, profesionales, a pequeños y medianos empresarios, a compañeros de las izquierdas o a los nacionalismos populares, que son un ala crítica de la ilustración argentina, sin dejar de integrarla. A cambio de la respuesta a ese llamado, los que lo hagan –evidentemente, los conglomerados que apoyan a Filmus y Tomada– deben a su vez adentrarse en el espíritu de la ciudad, indagar aún más en esa médula pertinaz de la urbe ensimismada, con un macrismo popular amasado en miedos harapientos que habrá que interrogar con más eficacia argumental.
La fusión macrista de lo político con una imagen de fiesta de adolescencia se mezcla con toda clase de tosquedades –a la manera de las que expresa Miguel Del Sel–, aunque no se las ofrece en forma directa porque también el macrismo tiene una mediatización cultural que, hay que decirlo, no es la mera proyección del género “Midachi”, sino que se las reviste del género “Unesco”. Pero es hora de pulsar las cuerdas aún no exploradas de una respuesta a las grandes jugadas de las derechas económicas, publicitarias, culturales y comunicacionales, con sus marionetas gozosas de extinguir la política como felices cumpleañeros. La política trata de cómo entender el presente. Y el presente trata de cómo desarrollar una política de entendimiento sobre lo que aparece resistente u oscuro. En las próximas tres semanas, una épica social necesaria deberá implicar esa clase de entendimientos.
* Sociólogo, director de la Biblioteca Nacional.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-172147-2011-07-13.html

martes, 5 de julio de 2011
G.A.R.C.A.P.
lunes, 20 de junio de 2011
Les Liniers
viernes, 17 de junio de 2011
BAUMAN
En "Collateral Damage: Social Inequalities in a global age" (Ed. Polity, 182 páginas), el teórico de la llamada "modernidad líquida" advierte de la espoleta de efecto retardado que supone el crecimiento incesante de la desigualdad en el mundo y la ceguera al respecto de políticos y otros que prefieren mirar para otro lado.
El incremento de la desigualdad, cada vez más visible donde quiera que se mire, es considerado, explica Bauman, solo como un problema económico y cuando se discute, lo que ocurre rara vez, es únicamente por lo que puede suponer de amenaza para la ley y el orden y no por sus peligros a corto o medio plazo para el bienestar físico y la salud mental de la sociedad y la cohesión de sus miembros.
El sociólogo emérito de la Universidad de Leeds, en el Reino Unido, explica esa categoría de individuos que se denominan en inglés "underclass" o "infraclase", un concepto imaginado para designar a quienes ocupan el lugar más bajo en la escala de distribución social, un grupo sin valor de mercado ni función específica y sin derechos, a diferencia de las clases trabajadoras o profesionales.
Pensar en términos de daños "colaterales" en una sociedad como la actual, movida solo por el más egoísta y desmedido afán de lucro, y en medio de una globalización que escapa a todo control es, según Bauman, asumir tácitamente una ya existente desigualdad de derechos y oportunidades y pensar que esos daños no son lo suficientemente importantes como para justificar los gastos de prevenirlos ni tenerlos en cuenta a la hora de planificar.
Asegura que el Estado providencia está siendo progresivamente capitidisminuido, cuando no directamente desmantelado, mientras que se eliminan una tras otra las reglas que antes limitaban los abusos del mercado.
Enfrentado a la vulnerabilidad e incertidumbre de la lógica o más bien falta de lógica del libre mercado, el Estado, según denuncia Bauman, simplemente "se lava las manos" y, sintiéndose impotente frente al capital y la especulación, encuentra otros tipos de vulnerabilidad a la que combatir para justificarse: las amenazas a la seguridad de las personas o a la propiedad.
La obsesión por la seguridad, visible en la constante instalación de videocámaras en lugares públicos y privados y la pujanza de las empresas dedicadas a proteger personas y propiedades, generan otro tipo de "daños colaterales" al erosionar continuamente la confianza que debe existir en una sociedad de individuos libres y fomentar una situación de continua sospecha.
Y lo que es más grave, en lugar de conseguir su objetivo de reducir la inseguridad ciudadana, no hace sino generar más miedo, ansiedad, hostilidad y agresión, explica Bauman, según el cual todo eso obedece a una razón bien clara y es que el fundamento de todo el poder político, como bien vio en su día el teórico del Estado totalitario Carl Schmitt, es precisamente la vulnerabilidad e inseguridad del individuo.
Pero Bauman no es con todo pesimista y piensa que, en la fase de globalización desenfrenada a la que se ha llegado, los factores esenciales de solidaridad humana que caracterizaron al Estado providencia requieren un marco institucional totalmente nuevo.
Un marco de creación de opinión y de formación de voluntades que supera a un país e incluso a un grupo de ellos, por lo que habría que llegar a instituciones universales, de las que el sociólogo reconoce que es imposible predecir de momento qué forma terminarán adoptando.
Lo claro para él es que el llamado Estado social, una de las grandes conquistas del pasado siglo, ha dejado de ser viable y solo lo que él llama un "planeta social", basado en organizaciones y asociaciones no gubernamentales que deberán actuar a escala universal, puede asumir las funciones que aquél ha venido cumpliendo con mayor o menor fortuna.
http://www.adn.es/internacional/20110616/NWS-0314-Bauman-colateral-sociedad-concepto-traslada.html
miércoles, 15 de junio de 2011
TODAY
domingo, 5 de junio de 2011
TODAY
martes, 10 de mayo de 2011
TRILLO
Adiós al maestro
Por Diego Agrimbau *
Disculpame, escuché lo que decías... ¿vos hacés guiones de historietas?
–Trato –le dije tímidamente al señor morocho que se había acercado hasta nuestra mesa del restaurant Munich, en Flores. Era el otoño de 1998 y yo todavía andaba luchando en el nutritivo fango de la historieta independiente.
–Mi nombre es Enio, soy dibujante –me aclaró mientras anotaba un teléfono en una servilleta de papel—. Llamalo a Carlitos de mi parte. El te puede dar una mano.
–¿Carlos? ¿Qué Carlos? –pregunté temiendo recibir la respuesta correcta.
–Trillo –aclaró Enio.
Lo llamé titubeante por teléfono y en menos de un minuto de charla me invitó a pasar por su estudio de Talcahuano y Santa Fe. Cuando llegué, me encontré con decenas de originales de Cybersix que Carlos Meglia, su compañero de estudio en aquel momento, desparramaba por el piso. Al mismo tiempo, del fax brotaban varias páginas de Clara de Noche que le enviaba Jordi Bernet desde España. Y recuerdo que lo que más me apabulló fue una biblioteca entera sólo con libros de historieta de su autoría. Antes de sentarme a charlar por primera vez con Trillo en su escritorio, a mí ya no me cabían dudas: eso es lo que quería hacer por el resto de mi vida.
Varios años más tarde, gracias a sus consejos y contactos, logré publicar mi primer libro en Europa. Luego, con cada nuevo problema que aparecía en mi vida como guionista, era a él a quien acudía por una respuesta. Y pese a nuestra gran diferencia de experiencia y logros profesionales, él siempre me trató como a un colega, incluso para pedirme opinión sobre los dibujantes que le acercaban sus trabajos o algún contrato difícil de firmar. Ha sido un gran honor tener la confianza y la amistad de Trillo en estos años. Y mientras releo los cientos de e-mails que he guardado con nuestras conversaciones electrónicas, lamento no haberlo visto personalmente con mayor frecuencia, sobre todo en los últimos tiempos. Ahora resultan preciosas y escasas todas las veces que fuimos a comer a orillas del río, las reuniones de café, las charlas en su estudio.
Se fue Trillo. Demasiado pronto. La historieta del mundo lo llora.
Y yo lo voy a extrañar siempre.
* Guionista.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/subnotas/21649-5884-2011-05-10.html
Mi Trillo
Por Miguel Rep
Si me lo hubiera encontrado ayer a Carlos Trillo, y comentado sobre el fallecimiento de Carlos Trillo, hubiera reaccionado así:
–Uy, ¿en serio?
(...)
–Qué cagada, ¿no?
Y luego de un silencio más breve aún, levantando sutilmente las cejas:
–Y bué..., tsch, qué va a hacer...
Eso, que los amigos de Carlos sabemos sería una escena posible, nos alivia en esta terrible transición, nos aleja la tentación de manifestarnos con dolores pomposos y solemnidad. Carlos era así, naturalizaba mucho del disloque que ocurre en esta disparatada vida. Vida que ha culminado, para nuestra extrañeza, en plena vitalidad, proyectos y creaciones. Lo hemos visto siempre feliz, y eso nos alcanza. Y nos deja muchas historias, narraciones muy diversas, cuarenta años de hermosas historietas, con personajes que, como él, nunca se tomaron demasiado en serio este lado del mostrador. Fue hermosa tu vida, bigotón, gallego, y gracias por lo que de Carlos Trillo voy a llevar siempre en mí.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/subnotas/21649-5885-2011-05-10.html
Otras voces
Horacio Altuna (guionista y dibujante): “Desde un punto de vista profesional era, seguramente, el más grande guionista argentino después de Oesterheld. El agujero que deja es inmenso, porque tenía una gran producción, de muy alta calidad, que alimentaba a muchísimos dibujantes, entre los que en algún momento me conté. Creo que todos hemos trabajado con Trillo en los últimos 40 años, como en los ’50 y ’60 lo hicieron otros con Oesterheld. Era único e irreemplazable. Así de simple. Personalmente, parte de lo mejor que he hecho en historieta fue con Carlos. Podría decir que no sé qué hubiera sido de mi carrera profesional si no me hubiera cruzado un día con él. Le estoy agradecido por lo que me brindó y por lo que aprendí trabajando juntos. Chau, Carlos, gracias y hasta siempre”.
Rodolfo Santullo (guionista): “El primer recuerdo que tengo de una historieta de Carlos Trillo es en Fierro. La Fierro vieja, claro. La historieta era Peter Kampf lo sabía y directamente me fascinaba. Creo que a partir de ahí fue que empecé a buscar quiénes eran los autores de las historietas y empecé a buscar, obviamente, más historietas de este tal Trillo. Y eventualmente llegué a Cosecha verde. Y listo, fue el acabóse. Era de lo mejor que había leído en mi vida. Aún hoy, muchos años después, está dentro de lo mejor que he leído jamás. En el ínterin de ambas lecturas y mientras avanzaban los años, decidí que iba a tratar de escribir mis propias historietas y Trillo siempre fue un modelo a seguir. Uno difícil, sin dudas, ya que pocos autores crean personajes como Trillo, estructuras narrativas como él, argumentos con mil aristas, puntas, extremos, líneas. Años más tarde, tuve el placer de conocerlo. Poco, lamentablemente. En persona, apenas si charlamos dos o tres veces y fue muy grato encontrar a un tipo cálido, humilde, divertido. Cruzamos algunos mails también, pocos una vez más. Es muy triste saber que se ha ido. No hace mucho leía una extensa entrevista que le hacían en un blog italiano y me asombraba la cantidad de historias, series y novelas gráficas que desarrollaba al mismo tiempo, que ahora han quedado truncas. Huérfanas. Como todos nosotros que tratamos de escribir historietas y nuestro mayor modelo ya no está”.
Rudy (guionista y humorista): “Lo conocía personalmente, pero eso es anecdótico. Yo diría que Trillo es uno de esos maestros que tenían muchos alumnos, pero que no lo sabía. Creo que uno de los primeros contactos que tuve con la obra de Trillo fue Satiricón, en los setenta, cuando escribía con Alejandro Dolina. En esa revista había varias duplas. Es una cosa rara: eran dos escritores, pero ninguno era dibujante. Después me enteré de que antes de eso había dirigido la revista Antifaz. Fue una revista muy linda de fines de los sesenta que hacían los de Anteojito, pero con más historieta. Ahí aparecen por primera vez Lucky Lucke y Asterix, y además traía una serie de cuentos y literatura para chicos buenísima. Además, ¿quién puede sentirse lejano de las tiras como El “Loco” Chávez y El Negro Blanco? Fueron muy disfrutadas por mí. Trillo nunca estaba exento del humor: algunas historietas se iban más para otro lado, como Cybersix, de ciencia ficción y súper interesante. Pero muchas tenían que ver con cierta cosa humorística. Me acuerdo de Polución Nocturna, que salió en la primera Fierro. El grupo de gente que constituyeron en una época Trillo, Guillermo Saccomanno, Juan Sasturain hacía cosas muy esperables, muy disfrutables. Desde un lugar más egoísta, me gustaría seguir conociendo más historias contadas por él. Fue alguien que a mí me marcó, más que nada, en mi adolescencia y postadolescencia, pero que sigo recordando y riendo con las cosas que hizo. Fue un maestro y al mismo tiempo fue ese tipo que te contaba cuentos muy buenos de esos con los cuales no te vas a dormir. No te ibas a dormir nunca sus historias porque querías saber cómo seguían. Y cuando terminaban, uno quería que contara otro. Su obra tenía intriga pero también humor. Fue una persona que hizo cosas muy valiosas en su vida”.
Guillermo Saccomanno (escritor y guionista. Junto a Trillo, hacía la sección de críticas “Club de la historieta” en Skorpio): “Además de amigo, fue una marca importante porque tiene que ver con mi formación intelectual, no sólo desde lo que hace a la escritura de guiones, sino porque con él descubrí la historieta y la llamada ‘literatura seria’. El era un gran lector, infatigable, que podía leer desde Ray Bradbury hasta Raymond Carver. Además, formó generaciones enteras de lectores más allá de la historieta. Es una gran pérdida, es como perder un hermano mayor”.
Eduardo Maicas (coguionista de Clara de Noche y dibujante): “No lo puedo creer. Siento su muerte más por la parte humana que por profesional. Porque éramos muy amigos, hablábamos tres o cuatro veces al día. Y cada 15 días nos juntábamos en un bar religiosamente a hacer Clara de Noche, tira que hacemos desde hace 20 años. Lo quería mucho. Carlos siempre fue una persona muy noble y generosa. Y era un muy buen profesional: podía abarcar cualquier género y lo hacía bárbaro. En Clara... él era el verdadero guionista y yo le daba el toque de humor en el remate. Es inevitable el nombre de él cuando se habla de historieta argentina. Era muy humilde, pero era un grande. Se manejaba con simpleza y nunca se la creía. Nunca voy a olvidar algo que me decía cada vez que se iba de viaje: ‘Cuidá las Rodhesias’. Era como decir que cuidara el ‘kiosquito’”.

Fernando Calvi (dibujante y guionista, trabajó junto a Trillo en Cybersix): “Que era un gran guionista y creador de personajes es indiscutible. Lo genial es que nunca intentó legitimar desde otro lado que no sea la calidad. Con él tuve una relación muy particular cuando trabajamos en Cybersix. Fue una experiencia rara, muy linda. Vine del interior y lo fui a ver con guiones bajo el brazo y el tipo me atendió. De la noche a la mañana pasó de ser un ídolo a ser un compañero de trabajo. En ese tiempo, cuando nos juntábamos con Mandrafina, Maicas y él, comencé a conocer la cocina de todo. Fue súper interesante trabajar con él, porque era conocerlo antes de la producción. También fue un tipo muy inquieto. Jodíamos con que era más joven que yo, porque siempre estaba informado, actualizado. Y era un lector voraz. Si bien tenía un estilo y una personalidad muy fuerte, era un tipo muy dúctil. Tenía esa cualidad de ser guionista de dibujantes. Carlos les escribía a los dibujantes y potenciaba su obra. Con (Horacio) Altuna era un Trillo y con (Jordi) Bernet y (Carlos) Meglia, otro totalmente distinto. Es que era muy ágil y móvil en su producción: le daba una valoración muy grande a la dupla, intentaba entrar al mundo del otro y se adaptaba de una forma notable. Sin duda, fue un constructor de duplas. Cuando trabajabas con él, te permitía aprender muchísimo. No se guardaba nada, contaba todo, era muy franco. La interacción con la gente lo cargaba de pilas”.
Domingo “Cacho” Mandrafina (dibujante, hizo con Trillo Los misterios de Ulises Boedo y El husmeante, entre otros): “Su muerte fue tan inesperada como incomprensible. Siento un hueco enorme. No es sólo la pérdida de un amigo, hay que dimensionarlo como el profesional que era: un historietista testigo de todas las épocas posteriores a Héctor Germán Oesterheld. Trillo forma parte de la etapa más clásica de la historieta y a la vez estaba en contacto con las nuevas generaciones. Yo podía disfrutarlo en el trabajo, apreciarlo en la relación cotidiana con los tácitos y sobreentendidos que son imposibles de armar de la noche a la mañana, pero su ausencia va más allá: es irreparable, además, por el talento que tenía”.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/subnotas/21649-5883-2011-05-10.html
CARLOS TRILLO ERA UN GENIO!
A veces la vida te da cosas hermosas. Y a veces te las cobra carísimo. Yo soy un privilegiado: a los 12 años leía y veneraba con pasión a Solano López, Horacio Altuna, Juan Zanotto y Carlos Trillo. A los 32, comía facturas o milanesas en la casa de Solano López, Horacio Altuna, Juan Zanotto o Carlos Trillo. Poder hacerte amigo de tus ídolos es maravilloso. Pero es un arma de doble filo: cuando uno de ellos se va, te deja un dolor indescriptible. Se va el grande de la historieta, el que te hizo pasar (a vos y a millones de lectores más) momentos inolvidables, en los que te fascinó con sus relatos dibujados... pero también se va tu amigo, el que compartió con vos charlas, asados, viajes, bromas, alegrías y tristezas. Ese dolor indescriptible, horrible, que hace que se me complique incluso apretar las teclitas del teclado, no es nuevo. Debutó cuando murió Zanotto en 2005 y volvió por partida doble en 2008 cuando se nos fueron Dani the O y Carlos Meglia. Hoy volvió recargado, afilado, más tremendo que nunca.
Carlos Trillo fue, para todos sus amigos (que éramos muchísimos), un tipo absolutamente fundamental, central, un pilar, más que un totem. Carlos tenía la edad de mis viejos, pero me trataba a mí (y a los otros amigos de la edad de sus hijos) como pares, de igual a igual, sin hacer pesar jamás la infinita chapa que le daban, además de los años, la fama internacional y el talento descomunal. Carlos era pura generosidad: las puertas de su estudio siempre estaban abiertas para quien quisiera compartir una tarde de libros, historietas, Coca (Zero) y alfajores. Las charlas solían arrancar por el lado del comic, su fauna y su mercado, pero podían derivar fácilmente hacia la literatura, el cine, la sociedad o la política. El futbol no, no le interesaba en absoluto. En todas esas charlas, Carlos enseñaba (a veces sin darse cuenta) y uno aprendía. Cualquiera que haya presenciado alguna de las charlas, talleres, o conferencias que brindaba en eventos y convenciones sabe que estoy hablando de un tipo de enorme lucidez, ameno, dinámico, al que le encantaba comunicar.
Había estudiado Derecho, pero abandonó cuando le faltaban unas pocas materias. Pronto encontró trabajo como creativo publicitario, una profesión que dejó cuando promediaban los años '80 y en la que brilló de la mano de colaboradores como Martín García, Guillermo Saccomanno y Alejandro Dolina. Pero ya desde los '60, Trillo coqueteó con el guión de historietas, al principio en una editorial muy chiquita, más tarde escribió cuentos para la revista Patoruzú y ya en el '67 escribía comics para las revistas de García Ferré: el semanario Anteojito y el mensuario Antifaz, más orientado a la historieta.
Para mediados de los '70, Trillo ya era un verdadero guionista de historietas, que trabajaba nada menos que con Alberto Breccia y Horacio Altuna. Después se sumaron a la lista Enrique Breccia, Ernesto García Seijas, Tabaré y muchísimos más, hasta llegar a nuestra década con un elenco de dibujantes increíble, en el que brillan Jordi Bernet, Cacho Mandrafina, Lucas Varela, Pablo Túnica y Eduardo Risso. En el medio, Trillo trabajó con casi todas las luminarias de la historieta nacional y también con próceres de otras latitudes, como Fernando Fernández o Roberto Dal Pra. Por si le faltara algo, co-escribió dos textos de difusión de la historieta y el humor gráfico, uno junto a Saccomanno y el otro junto al gran Alberto Bróccoli.
¿Qué lo distinguía a Carlos de otros grandes guionistas, como Robin Wood, o Ricardo Barreiro? Yo creo que la pasión por la historieta. Carlos era uno de los pocos autores consagrados que seguía leyendo (además de mucha literatura, ensayos, investigación periodística, etc.) mucha historieta. Solíamos ir a comprar comics, varios de sus amigos le recomendábamos autores, le prestábamos material... y él hacía lo mismo con nosotros! De cada uno de sus viajes por el mundo, traía alguna revista o álbum con autores que no conocíamos y nos señalaba los que a él le parecían mejores, para que tratáramos de conseguir otros trabajos de ellos. La mesa de su estudio siempre estaba repleta de historietas, y no precisamente de las que escribía él.
Y su otro rasgo más notable debe haber sido la versatilidad. Trillo escribía desde hace muchos años una historieta para la revista Jardín de Genios, apuntada a los chiquitos que todavía no leen. Y al mismo tiempo hacía historieta porno pasada de rosca para revistas europeas! En el medio, buenas historietas para chicos, aventuras para adolescentes y relatos más jugados para los lectores adultos. No había género ni registro que lo intimidara. Ni siquiera el de los superhéroes, como demostró con Cybersix, su memorable incursión en ese campo.
Otra particularidad de Trillo era su facilidad para crear buenos personajes femeninos, sin duda el rubro en el que superó holgadamente a su maestro, Héctor Oesterheld, en cuyas historietas las mujeres jamás tienen onda, ni protagonismo, ni nada. Trillo, en cambio, te bombardeaba con series en las que las mujeres tenían la manija: Clara de Noche, Cybersix, Fulú, Sick Bird, Sasha Despierta, Custer, Bolita, Basura, La Marque du Peché, Borderline... y por supuesto en las demás suelen aparecer personajes femeninos relevantes, creíbles y bien trabajados, empezando por las inolvidables minas del Loco Chávez.
Falta muchísimo, creo yo, para que nos terminemos de dar cuenta de la gravedad de la pérdida que acabamos de sufrir. Trillo era enorme en muchos sentidos y la marca que deja en este medio sólo se compara a la que dejaría la luna si impactara contra la tierra. Prolífico, prestigioso, exitoso, Trillo se las ingenió (como Moebius, o David Bowie) para ser vanguardia 40 años ininterrumpidos. Fue historiador, fue editor, recorrió el mundo representando a la historieta argentina, supo hacernos reir, pensar, hacer memoria, nos emocionó, bajó línea en épocas en las que bajar línea podía costarte la vida, abrió caminos, abrió cabezas, enseñó, mutó, evolucionó, se reinventó y siempre, absolutamente siempre, convirtió esa inigualable experiencia en sabios consejos que regaló a quienes se le acercaron en busca de una brújula, ya sea en la profesión o en la vida.
Carlos falleció en Londres, cuando para nosotros era la noche del 8 de Mayo, pero para los ingleses era la madrugada del 9. Hacía muy poquito había soplado las 68 velitas. Estaba de viaje junto a su mujer, la escritora Ema Wolf, con quien tuvo dos hijos. Se descompuso, lo llevaron a un hospital, y ahí quiso la fatalidad que llegara a su fin esta leyenda. Todavía no se sabe cuándo llegarán sus restos a la ciudad de Buenos Aires, que lo vio nacer un 1º de mayo de 1943.
Tampoco se sabe cuántos años tardaremos en recuperarnos de este golpe, cuántos homenajes habrá que organizar para hacer honor al gigantesco legado, a la infinita chapa, al incomparable talento de ese maestro, ese genio, ese amigo que ya no está y al que tantos le debemos tanto. Empezamos por esta nota, muy humilde, pero escrita desde el corazón. Un millón de gracias, Carlos. Por todo. Y hasta siempre. (Andrés Accorsi)
http://www.comiqueando.com.ar/notas_detalle.php?id=1371
Por Laura Vazquez
Desde el domingo a la noche, el tiempo no pasa. Hoy martes, a esta hora, debería estar dictado mi seminario sobre historieta argentina en la facultad. Los textos de Trillo se acumulan en la caja “Artes Secuenciales” de la UBA. Y no sé cómo ponerme al frente del aula sin largarme a llorar. Entonces, no lo hago. Yo no sé si era “otro Carlos” con el que me conectaba, pero poco me importaba su figura de guionista. Leí casi todos sus libros, por supuesto, hasta me atreví a escribir sobre su obra, pero no era por ahí la cosa. A Carlos y a mi nos gusta hablar de historia, de literatura, de Masotta, de Copi, de García Ferré, de arte, de crítica, de Carver, de ciencia ficción, de cine, de Oesterheld, de Breccia, de teoría y pavadas como esas. Miro las postales de un pasado que no puedo ni quiero soltar. Y ahí nos veo, en los cafés y comidas (siempre con Diego) haciéndonos un hueco para hablar de “cosas serias”. Y luego la charla seguía y hablaban de editores, de dibujantes, de contratos y yo me perdía. Cada tanto me nombraba en una nota al lado de los guionistas. O decía por ahí que le gustaba cómo escribía, que tenía que hacer más guiones de historietas. Y yo luego lo llamaba o le escribía para recriminarle: “¡Pero no me chicanees más Carlos! ¿Vos sabes que soy investigadora y que laburo de otra cosa?”. Y siempre, ahora releo o recuerdo decía: “pero se puede hacer todo bien”. Él sí, yo no. Durante años lo llamé y escribí para pedirle datos, para corroborarlos, para que me lea un capítulo o un ensayo en proceso. ¡Le envíe hasta ponencias de Congresos y artículos de revistas académicas! Nunca me dijo: “Estoy podrido de vos” y seguramente, lo estuvo en algún momento. O no. Como sea, me respondía y daba meticulosas sugerencias siempre iluminadas y certeras. Me aconsejaba alguna lectura, me corregía un año o un apellido mal escrito. Y nunca dejaba de alentarme. Cuando le mandé la tesis hace un par de años me escribió uno de los correos más lindos que haya recibido alguna vez. Lo llamé al estudio para agradecerle y lo primero que dice es: “Estoy en la bibliografía como investigador y crítico, ¿ese debe ser un error, no?”. Y se refería al capítulo 7 (que no está en el libro) “Intelectuales e Historietas”. Porque ahí estaban Oscar Masotta, Oscar Steimberg, Jorge Rivera, Juan Sasturain y estaba él, obviamente. Tan sólido, tan faro, tan inquieto. El libro que hicieron con Saccomanno para Récord, ya deshojado, en bolsita, lo doy cada cuatrimestre en la facultad. Sus textos publicados en los catálogos de las Bienales, los de los fascículos de Toutain, los del CEAL. Algunas entrevistas que le hice y otras que fui rastreando. La sección “El club de la Historieta” en Skorpio. Mientras otros le demandaban técnica, oficio y virtuosismo como escritor de historietas, yo le pedía que me explique la historia. Y estoy segura que nos satisfacía a todos, con creces. Por ahí no coincidíamos: “Laurita… no creo que Las Puertitas del Sr López sea tan importante para que lo presentes en un congreso”. Y yo creí siempre que lo poco importante, en todo caso, era el congreso. Pero él me leía y me daba su devolución, a favor, siempre sumando. Discutíamos sobre el libro de Dorfman y Mattelart. ¡A Carlos le encanta tanto el Pato Donald!. A mí no. Así que es divertido hablar (era divertido hablar) de ello. Cuando lo llamé para invitarlo al congreso de Viñetas Serias se alegró porque se iba a reencontrar con Oscar Steimberg después de no sé cuántos años sin verse. La vida los había alejado, esas putas cosas del destino. Me acuerdo que me mandó un mensajito de texto el día de su charla para decirme: “Estoy perdido en la Biblioteca Nacional”. Ya estaban todos. La mesa la coordinaba Fede Reggiani, estaba Oscar, el público. Salgo corriendo para el hall. Nuevo mensaje: “Estoy en el ascensor”. Se abre la puerta y lo veo ahí: “Ah, me viniste a buscar….está bien, es un laberinto la biblioteca, ¿no?”. La charla salió maravillosa. El reencuentro de los dos, me sacó alguna lágrima que disimulé. Fede hizo un trabajo impecable: llevó la conversación por rumbos deliciosos y ahora nos queda eso para atesorar, dos horas de filmación y un aplauzo de cierre. Nos escribimos y vimos varias veces después. Pero no los últimos meses. Me apuraba con la investigación sobre García Ferré y Quinterno. En uno de sus últimos correos (las últimas veces, escribía él) me dice, copio: “¿Para cuándo la entrevista con García Ferré?, el hombre está muy viejito y tenes que entrevistarlo. Cuando quieras hablamos de mi paso por la editorial”. No llegué a hacerlo. Total, había tiempo. ¿Qué apuro hay? Nos mudamos hace un par de meses, el verano se pasó rápido y bueno, total, Carlos estaba siempre ahí, a la vuelta de la esquina. Ese trabajo fue mi proyecto de ingreso a Conicet. Antes de enviarlo para evaluar y después que lo lea Diego, se lo mandé a Carlos. No sé porqué (o sí sé porqué…él tenía la fiebre de la investigación en la sangre) se encantó con este proyecto. Yo le decía que mi muñeco favorito era un Topo Gigio que hablaba. ¿Y qué decía?” Me preguntó una vez: “A la camita… ¡qué va a decir Carlos!”. Y se rió. Ese costado infantil que lo hacía tan maravilloso. Como si siempre se pudiera entender perfectamente con los niños. Por eso estaba rodeado de jóvenes. Por eso a todos nos parecía que estaba siempre igual. A Carlos no le pasaba el tiempo. O sí, pero era el mismo. Los que madurábamos, éramos nosotros. La última vez que lo vi le dije que le debía un libro de Copi, uno deshojado, sin tapa, uno que me prestó hace años. Me contestó que se lo lleve al estudio alguna tarde y de paso hablábamos del tema. Al libro me lo quedo ahora, junto a la charla que no fue. Ese día también me preguntó por el enano, el que hacíamos con Ale Lunik. “Ustedes tienen que hacer un libro juntas, son bárbaras…”. Y yo le decía que sí, que espere, que seguro que lo íbamos a hacer. Teníamos una reunión con Ale ayer, para arrancar, pero la reunión se resiste sin él. El primer Ojo al Cuadrito, fue sobre Bolita (el último, el de este sábado, sobre una historieta de Matías Trillo) Me escribió que le gustó (aunque no sé si demasiado) porque enseguida me preguntaba por García Ferré, por Copi…por los proyectos “serios”. Y me decía que le cuente en qué andaban esas investigaciones, pero yo me hacía la distraída, no avancé mucho el año pasado. Y no fui a hablar sobre la familia panconara, ni sobre hijitus, ni sobre el hada patricia, porque ya habría tiempo. Si él siempre está ahí, tan generoso y grande como pocas veces conocí. Era un maestro y más que eso. Era un amigo. Nudo en la garganta. Y los amigos nunca parten…¿no?
http://blogs.pagina12.com.ar/revistafierro/2011/05/10/adios-a-un-amigo-carlos-trillo-2/

viernes, 6 de mayo de 2011
EDIPO FALO CASTRACION
domingo, 1 de mayo de 2011
Clerks (trabajo a conciencia)
Randal.- ¿A ti cuál te gustó más, el Jedi o el Imperio contraataca?
Dante.- El Imperio
Randal.- ¡Qué blasfemia!
Dante.- El Imperio tiene un final mejor: a Luke le cortan la mano, descubre que Darth Vader es su padre, a Han lo congelan y parece que ha muerto… es deprimente. Verás la vida es así, una sucesión de finales tristes. En el Jedi solo había muñecos.
Randal.- Hay otra cosa en el Jedi y no me he dado cuenta hasta ahora. Construyen otra Estrella de la Muerte.
Dante.- Sí
Randal.- La primera estaba completamente terminada antes de que la destruyeran los Rebeldes.
Dante.- La revienta un disparo de Luke.
Randal.- La segunda estaba a medio construir cuando la destruyen.
Dante.- Cortesía de Lando Calrrisian.
Randal.- Había algo que no encajaba cuando la ví por primera vez, no sabía lo que era, pero algo no encajaba.
Dante.- Y ahora lo sabes…
Randal.- En la primera Estrella de la Muerte sólo estaba el ejército Imperial, abordo solo había soldados y dignatarios imperialistas.
Dante.- Supongo que sí.
Randal.- Cuando la destruyen el mal recibe su castigo.
Dante.- ¿Y la segunda Estrella qué?
Randal.- La segunda Estrella no estaba terminada, aún la estaban construyendo.
Dante.- ¿Y qué?
Randal.- Que una obra de esa magnitud requeriría muchos más hombres de los que había en el ejército imperial. Seguro que tuvieron que contratar a trabajadores autónomos: albañíles, fontaneros, electricistas…
Dante.- Quieres decir que no eran imperialistas.
Randal.- Exacto. Para poder construirla rápida y en secreto había que contratar a civiles. Un soldado imperial no sabe instalar un retrete, solo sabe matar y llevar uniforme blanco.
Dante.- De acuerdo, contrataron a trabajadores autónomos. ¿Y eso qué importancia tiene?
Randal.- Todos esos inocentes trabajadores también mueren. Son bajas de una guerra que no les atañe. Ponte en su lugar: tú eres un albañil y el gobierno te ofrece un trabajo bien pagado. Tienes esposa e hijos y una casa en los suburbios. Es un contrato con el gobierno, tiene toda clase de ventajas. De repente, aperecen unos rebeldes que van fundiendo todo lo que pillan con sus rayos lásers. A ti ni te va ni te viene, no tienes ideas políticas. Sólo intentas ganarte la vida…
Cliente.- No me gusta interrumpir, pero ¿de qué estáis hablando?
Randal.- Del Retorno del Jedi.
Dante.- Mi amigo quiere convencerme de que los trabajadores autónomos que trabajaban en la segunda Estrella de la Muerte fueron víctimas inocentes de los Rebeldes.
Cliente.- Yo soy un trabajador autónomo: “Reformas del hogar en el acto”. Como albañil os diré que las convicciones políticas son decisivas a la hora de aceptar un trabajo.
Randal.- ¿Por ejemplo?
Cliente.- Hace tres semanas me ofrecieron un trabajo. Una mansión preciosa, con una parcela enorme. Sólo había que arreglar las tejas. Me dijeron que si lo terminaba en un día me pagarían el doble. Después me enteré de quién era la casa.
Dante.- ¿De quién era?
Cliente.- De Dominic Bambino.
Randal.- ¿Bambino ‘cara de niño’? ¿El gangster?
Cliente.- El mismo. La paga era buena, pero el trabajo era peligroso. Yo sé como se las gastan esos tipos, y por eso le pasé el encargo a un amigo.
Dante.- Así se portan los amigos.
Cliente.- A la semana siguiente, la familia Foresci tomó al asalto la casa de ‘cara de niño’. A mi amigo lo mataron de un tiro, no pudo acabar la obra.
Randal.- Increíble.
Cliente.- Yo estoy vivo porque sabía el riesgo que corría trabajando para ese cliente. Mi amigo no tuvo tanta suerte. Todos los trabajadores que estaban en esa Estrella de la Muerte sabían el riesgo que corrían, si les mataron fue por su culpa. Hay que hacer caso al corazón, no al bolsillo.
sábado, 30 de abril de 2011
ANTEOJO ASTRONÓMICO
viernes, 29 de abril de 2011
lunes, 25 de abril de 2011
I POD DE LA LEY
jueves, 24 de marzo de 2011
MORT CINDER

Elsa en el palco del 25
Por José Pablo Feinmann
Ella tiene ochenta y un años y es hermosa. Fuerte, llena de vida, carga sobre sí los más grandes dolores que una mujer puede soportar. Le costó años largos y duros volver a la vida, tratar de entender lo incomprensible. Siempre fue antiperonista, por tradición familiar y por convicciones propias. Porque nada le viene de afuera, no acepta nada sin someterlo a su propio juicio, que es tenaz. Vi fotos suyas de cuando era joven, de épocas muy remotas en que la alegría se aliaba con el desconocimiento del futuro, con lo que se le venía. Era una chica tan, tan linda Elsa. Como ahora, ahí, donde ahora increíblemente la veo, en el palco del 25 de Mayo, al lado de Kirchner, mientras Kirchner habla y ella está, en cuadro, saliendo por la tele, serena, con una sonrisa de Gioconda, aplaudiendo a veces, otras escuchando, como si nada, como si hubiera nacido para estar ahí.
Nadie (en ningún lado, al menos, lo leí) advirtió que la mujer que estaba junto a K en el palco, perfectamente tomada por la tele de tal modo que sólo los dos, ella y el K, salían en cuadro, era Elsa Oesterheld. La mujer de Héctor Germán Oesterheld, nuestro amado maestro, el gran narrador de la fecunda historietística argentina, asesinado en 1977 por los militares, que todavía se juntan, hacen actos y golpean a periodistas. Nadie la vio. Pobres. Todos buscaban las hendijas para destruir lo que para ella, esa tarde, era una fiesta. Ella, Elsa, que es más antiperonista que todos los jurásicos antiperonistas que le han brotado al país, vivió feliz esa tarde. Se dio cuenta, no bien llegó, de que no había escudos peronistas, ni marchita, ni fotos de Perón ni de Evita, ni consignas anti (el antipueblo, la antipatria, los vendepatrias y todos esos antagonismos que manejaba Perón), sino un enorme cartel que decía “La Patria Somos Todos”.
Porque Elsa tenía diferencias con Héctor, solían discutir de política. Ella, tal vez como madre fecunda de cuatro hijas, le hablaba desde sus certezas, desde sus temores y sus cautelas. “Vos nunca fuiste peronista.” Héctor solía decirle que éste, el de los pibes de los setenta, el de los pibes que de muy pibes habían leído El Eternauta, El Sargento Kirk, Bull Rocket, Ticonderoga y Ernie Pike, con dibujos del talentoso Solano López y del inmenso, único Hugo Pratt, eran otros pibes, y éste, el que practicaban, otro peronismo. Elsa presentía algo oscuro en el horizonte: así se dice en las historietas y en las películas. También se dice: “Todo está muy quieto allí. Puede ser peligroso”. Elsa tenía razón. Lo que esperaba en el horizonte era el terror inexpresable, el que ninguna historieta había anticipado. Sólo una: El Eternauta. En el horizonte esperaba la nieve de la muerte. El 21 de abril de 1977 se lo llevó a Héctor. Y después, ese terror le llevó a Elsa sus cuatro hijas.
Pero ahora está en el palco presidencial. Y esa noche la llamo y me cuenta todo. Estaba orgullosa de haber estado ahí. “¿No me viste en la televisión?” Me cuenta todo. Fue hacia el palco junto con el Presidente. Había muchos caños y algunos a baja altura, peligrosos. Con ellos se había armado el palco. “Cuidado –le dice K–, bajá la cabeza que si no te das con ese caño.” Elsa baja la cabeza y dice: “Vea, Presi: nunca un presidente me había cuidado la cabeza. Al contrario, si me habrán golpeado ahí y en todas partes”. Me cuenta que –una vez frente a la multitud– K le dice: “Mirá, ¿ves aquella esquina? Ahí estaba yo hace treinta y tres años”. “No pude ver la esquina –me cuenta Elsa–, con la de gente que había.” Me dice un montón de cosas. Que con las abuelas está bien. Que con Estela Carlotto tiene buena relación. Le digo que me alegro. Y me alegro porque sé que Elsa no quiso ser una Madre de Plaza de Mayo. Que sus dolores y disidencias con Héctor le impedían participar con las demás. Lo de Elsa fue una tragedia doble: la de perder a los suyos y la de no compartir los motivos por los cuales los había perdido. “No entiendo. Si Héctor nunca fue peronista.” Con los años se ha ido reconciliando con Héctor. Comprensible: ¡son tantos los afectos que Héctor le da! Son tantos los chicos que siguen leyendo a Oesterheld. Es mágico estar con Elsa. Si Héctor es el padre de Kirk, de Juan Salvo y de Ernie Pike y de Maha y del doctor Forbes, Elsa es la madre. Elsa lo vio a Héctor escribir esas historias maravillosas. Los vio a Pratt y a Solano López y a Arturo Del Castillo y a Zoppi reunirse en la casona de Vicente López, la misma donde empieza El Eternauta. Yo, por ejemplo, no leí tanto a Salgari y a Julio Verne. Nunca me sentí un freak por eso. Yo leía a Oesterheld. No sólo sus historietas, sino sus libros, los que salían en la Editorial Frontera, allá por 1954, 1955, 1956. Recuerdo los cinco primeros que salieron de Kirk: Muerte en el desierto, Hermanos de sangre, Oro Tchatoga, Los espectros de Fort Vance, La balada de los tres hombres muertos. Este, que se lo regalé a Guillermo Saccomanno, terminaba con la frase: “¿Desde cuándo despiojarse es una aventura?”. Esa frase está en mi novela El ejército de ceniza. Y por ella la novela vale lo que vale, sea poco o mucho.
Ahora Elsa –que siempre lleva todo el dolor y que lo va a llevar hasta el fin– se ha confortado algo. Tiene un nieto, Martín, hijo de Estela, una de sus hijas desaparecidas, y Martin salió bárbaro y se ocupa de la obra de su abuelo y parece que por fin se filma El Eternauta en Italia. De Martín tiene un bisnieto, Tomás, de diez años. Tiene otro nieto, Fernando, que está en Alemania. Todos le dicen “Lala”. A ella le gusta. Y tiene muchos otros hijos. Recorre las escuelas y la rodean. “Me rodean –dice– los chicos que siguen leyendo a Héctor.” Y ella les dice una de sus convicciones de fierro, la más fuerte: “A la patria –les dice– se la cuida viviendo, no muriendo.” Porque ya no queda odio en Elsa. Había más odio, un odio viejo y estéril, en los diarios del día siguiente al 25 que en Elsa.
Me dice: “Cuando el Presi dijo lo de los treinta mil desaparecidos...” Aquí siempre se le corta la voz. Pasan los años, muchos años, pero a Elsa, todavía, en algún momento se le quiebra la voz, y eso que es fuerte, que es un roble. “Cuando dijo eso –sigue–, en cada chico de la multitud veía a mis hijas.” Tiene, por el teléfono, una voz clara, nada logró erosionar esa limpidez, esa diafanidad joven. Parece una piba y, con orgullo, lo sabe. La vida le quitó todo y después le devolvió algo. Pero no todo.
Ahora bien, ¡qué raro que nadie dijera nada! Estuvo en cuadro, junto al Presidente, durante todo el discurso. ¿Nadie se preguntó quién era esa mujer? Y bueno, allá ellos. No saben lo que se pierden. Ni deben saber quién fue Héctor. Pero bien lo saben algunos grandes de la cultura de este país. Lo sabe el Negro Fontanarrosa, que habrá gritado de alegría, como si festejara un gol de Central, no bien la vio a Elsa en el palco. Lo sabe Juan Sasturain. Lo sabe Carlos Trillo. Lo sabe Guillermo Saccomanno. Lo sabe Quino (que discutió, en medio de una mutua, enorme admiración, con Oesterheld). Lo sabe el tano Dal Masetto. Lo sabe Pablo De Sanctis. Lo sabe Vicente Muleiro. Y lo saben todos los pibes que año tras año, generación tras generación, leen El Eternauta. Qué increíble historia la nuestra.
Sería fácil decir que Oesterheld vive (porque, es cierto, vive). Pero a Oesterheld, en este país sombrío y cruel, cuya crueldad no deja de asomar, lo mataron. Y Elsa carga sus huesos, y los huesos de sus cuatro hijas y todavía, un 25 de Mayo, puede ser feliz.
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