miércoles, 31 de diciembre de 2008

martes, 30 de diciembre de 2008

FE EN SI MISMO

Ultimas palabras de Bela Lugosi: "Yo soy el conde Drácula, el rey de los vampiros, soy inmortal''.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Pelea de damas




That's right. I killed your master, and now I'm going to kill you, with your own sword no less, which, in the very immediate future, will become my sword!
Elle Driver

Bitch, you don't have a future
The Bride/Beatrix Kiddo

domingo, 28 de diciembre de 2008

Hagalo ud mismo

El asesino en serie Carl Panzram a su verdugo, que se demoraba con la soga: “Date prisa de una vez, idiota. En el tiempo que tú necesitas aquí, yo habría ahorcado ya a una docena de hombres”.

sábado, 27 de diciembre de 2008

Ultimas palabras

Unas ultimas palabras para los ultimos dias del año

Bolívar con el sueño frustrado de la unificación latinoamericana, murió resignado a meditar lo siguiente: “Los tres mayores necios que ha habido jamás son Cristo, el Quijote y yo". Murió en una hamaca, huésped de un español de Santa Marta, sus últimas palabras fueron: "He arado en el mar".


Nerón: ¡Que artista muere conmigo!

Honoré de Balzac: Ocho horas con fiebre, ¡me habría dado tiempo a escribir un libro!

El 18 de junio de 1936, el escritor soviético Maksim Gorki, poco antes de morir dijo: "…Habrá guerras… Hay que prepararse".

A Winston Churchill se le han atribuido numerosas últimas palabras -e infinitas citas -, pero lo más probable es que dijera: “¡Todo es tan aburrido!”.

Isabel I de Inglaterra: Todas mis posesiones por un momento de tiempo.

Conocido por las insuperables cantidades de alcohol que consumió durante su vida, el actor estadounidense Humphrey Bogart comentó sus últimos instantes con estas palabras: “Nunca debí cambiarme del scotch a los martinis".

Lord Byron: Ahora yo me iré a dormir. Buenas noches.

Condenada a ser decapitada por presunto adulterio y alta traición, Ana Bolena fue llevada al cadalso, donde le dijo a su verdugo: “No le dará ningún trabajo: tengo el cuello muy fino".

El escritor Henry James saludó a la muerte diciendo: “Al fin, esa cosa distinguida”.

El escritor irlandés, James Joyce, preocupado por que la crítica calificó de incomprensible su novela “Finnegans Wake”, preguntó antes de morir: “¿En serio nadie la entiende?”.

Alguien dijo:
-Ha refrescado esta noche . Más vale que tome usted el abrigo, doctor King.
-Esta bien, lo tomare.
Fueron las últimas palabras de Martin Luther King. Sonó un disparo y su cuerpo cayó desplomado el 4 de abril de 1968 en Memphis.

Las últimas palabras de Tomás Moro al al subir al patíbulo fueron: “Soy un fiel servidor del Rey, pero primero de Dios”.

Albert Einstein: Pronunció sus últimas palabras en el lecho de muerte, pero no sabemos cuales fueron debido a que la enfermera que estuva a su lado no entendía el Alemán.

Napoleón Bonaparte: Josefina...

estos son mis favoritos

Pancho Villa andaba siempre con un periodista americano que le escribía todo, discursos, declaraciones, etcétera. Llega el día en que recibe un balazo mortal; se vuelve hacia el periodista y le pregunta: «Amigo, ¿cuáles fueron mis últimas palabras?».

Otros dicen que cunado fue herido mortalmente en un atentado, pero aún tuvo tiempo de rogarle encarecidamente a un periodista: “¡Escriba usted que he dicho algo!”.

Tras la muerte de su esposa y de su hija mayor, Karl Marx perdió todo deseo de vivir y fue presa de numerosas enfermedades. Cuando Friedrich Engels le preguntó si le quedaba algún mensaje que dejarle a la posteridad, Marx, indignado, le contestó: “¡Fuera, desaparece de mi vista! ¡Las últimas palabras son cosa de tontos que no han dicho lo suficiente mientras vivían!”.

lunes, 22 de diciembre de 2008

La mugre en el ojo ajeno



Por: Beatriz Sarlo


En general, las ciudades que no están sucias son también las ciudades donde hay menos gente pobre que se gana la vida con lo que encuentra por la calle. Esto es una regla. Los pobres siempre están en los lugares más sucios: en las villas miseria donde no hay cloacas ni agua corriente, debajo de las autopistas, en casillas con paredes de cartón que más que protectoras son simbólicas, revolviendo la basura para ver si encuentran comida, o cartoneando. En consecuencia, como en Buenos Aires los vecinos no clasifican sus desechos y no hubo gobierno decidido a obligarlos, las veredas quedan como si hubiera pasado un batallón de zapadores. Muchos pobres duermen en los zaguanes y no se esmeran para convertirlos en un espacio de design, sino en un amontonamiento de objetos rotos que sólo tienen utilidad para ellos. Cuando revuelven la basura, tiran todo lo que no les sirve a la vereda porque la ciudad es un reservorio de restos y no la urbe reluciente de las fantasías (razonables) de los otros vecinos. Nunca vi a nadie revolviendo la basura en Berlín y tampoco hay basura en sus veredas. Por otra parte, el escándalo que produce alguien tirando una lata de cerveza por la ventanilla de un tren en marcha, obliga a fijar la vista en esos trenes, los del Sarmiento por ejemplo, que son carcasas de material percudido y vidrios rotos donde es difícil que nadie se sienta tentado a practicar las reglas que la urbanidad establece para deshacerse de la lata que se ha terminado de beber mientras se sostiene, con el cuerpo, las puertas abiertas de un vagón repleto donde falta el aire, pese a que también faltan selectas ventanillas y los asientos están tajeados porque, en un círculo que nadie interrumpe, es difícil que alguien cuide un vagón calamitoso. La ciudad es, entre otras cosas, un artefacto pedagógico. Si lo que muchos aprenden para sobrevivir en ella son las habilidades del cirujeo, no parece probable que éstas se practiquen acompañadas por un cuidado meticuloso por la limpieza de los espacios comunes, como si los que cirujean en Buenos Aires fueran pobres vocacionales que han elegido comer de la basura o cartonear para pasar más tiempo al aire libre. Si los argentinos nos hemos acostumbrado a vivir con tantos pobres, deberíamos acostumbrarnos a pensar que, así como los ricos construyen piletas en sus countries y las capas medias pagan las expensas de los departamentos, los pobres no tienen nada que construir ni ningún recurso que ahorrar; ningún entorno urbano les parece más importante que aquel donde pueden recoger la mayor cantidad de materia para su supervivencia. Si dan asco las veredas cubiertas de basura producida por el "reciclaje" cartonero tendríamos que pensar que a los cartoneros tampoco les fascina, como única salida laboral (un destino final más que una "salida") revolver la basura que producimos, ni mandar a sus chicos a pedir ropa vieja mientras ellos destrozan las bolsas de los consorcios. Por supuesto, faltan procesadoras de esos residuos, plantas de acopiamiento, etc., etc. Pero lo que falta, en primer lugar, son condiciones sociales que no impulsen a la gente a vivir al lado de la vía para estar más cerca de la basura que debe transportar, sin que se la roben otros pobres. Si miles de personas viven de la basura e instruyen a sus hijos para que puedan seguir con ese oficio de subsistencia, no es sensato fantasear que la ciudad donde se desarrollan sus vidas sea impoluta. ¿Alguien vio alguna vez una villa miseria impoluta, decorada como un jardín para excluidos? Un papel de chocolate tirado al suelo por un adolescente a la salida de un colegio secundario es una marca de suciedad mucho más intolerable que las bolsas de basura destrozadas sobre las veredas nocturnas. No hay razones para que ese papel esté en el suelo. Todo indica, en cambio, que las veredas nocturnas donde han trabajado las familias de cartoneros quedarán inevitablemente cubiertas de desechos. Nadie les paga a los cartoneros para que barran la vereda que ensucian, nadie puede exigir de ellos una disciplina urbana que está en contradicción con los lugares horribles donde comen y duermen y crían a sus hijos, y se enferman. A veces veo a una chica que avanza, por el carril de los colectivos, como una audaz o una suicida, arrastrando esos artefactos cúbicos construidos con arpillera sintética y seis caños. La chica lleva una pollera hasta debajo de las rodillas y una remera arriba de la cintura; tiene el cuerpo de una gimnasta y va descalza, elegante, con la espalda arqueada hacia atrás por el esfuerzo. Trabaja como bestia de carga, lo que se llama "tracción a sangre". Algunos cartoneros que se reúnen en la barrera, han ocupado una parte de la vereda con colchones viejos; otros duermen junto a su atado. Frente a ellos, hay algo de inmoral en el lamento sobre la limpieza de la ciudad. Algunos cartonean desde hace diez años, otros desde el comienzo de este siglo. Son prueba de una escena social a la que no ha llegado todavía el derrame de la nueva abundancia, excepto en la cantidad de basura que esa abundancia ofrece siempre a sus miserables.

http://www.clarin.com/diario/2008/04/27/sociedad/s-01658792.htm

domingo, 21 de diciembre de 2008

21 Años




















I used to love this rock and roll world, now I love this suicide world


A mas de un año



Una tragedia sin importancia


Por: Marcelo Moreno
Para muchos argentinos los presos no tienen derechos ni son humanos. De lo contrario resulta inexplicable el sombrío desinterés que nuestra sociedad muestra hacia la tragedia con treinta y cuatro muertos en una cárcel de Santiago del Estero. Ayer, cuando las cenizas del incendio aún estaban calientes, hubo diarios que no consignaron en sus tapas la polémica desatada en torno al desastre. Y en el sitio
Clarín.com los ecos del espanto ni figuran entre las 10 notas más leídas por los in ternautas, un sector muy instruido e informado. Y en el medio masivo por excelencia, cuesta imaginar que el mismo televidente que se emocionó con Los Pumas y vibra en una final de un concurso de patinaje muestre glacial indiferencia ante semejante calamidad.La versión oficial de que se trató de un intento de escape de los reclusos se va autodestruyendo con las horas. "No hubo intento de fuga, sino un motín de presos, hartos de sufrir maltratos, vejámenes y torturas", explicó luego de visitar el penal el cura Sergio Lamberti, delegado para la Pastoral Social por los Derechos Humanos. También señaló como causa de la rebelión los crueles abusos que sufren por parte de los guardias las mujeres de los presos en las visitas. La magnitud de la tragedia tiene proporciones de catástrofe. Pero ni las autoridades nacionales ni las provinciales parecen demasiado conmovidas. No salió a hablar el Presidente, como en el caso de la masacre de tres policías bonaerenses, ni ningún funcionario se siente especialmente inseguro en su cargo. Y si en el oficialismo no se advierte crispación alguna, en la oposición no se verifican movimientos. Daría la impresión que se trata de un desastre natural, producto de la meteorología o un capricho accidental. Es muy probable que la creciente angustia por la inseguridad nuble la sensibilidad de millones de compatriotas que, aprisionados entre el pavor al asalto y el terror hacia los criminales, hayan terminado denegando todo estatus de humanidad en aquellos que hayan cometido un delito. Si es así, padecemos de una perversa y despiadada enfermedad. Y de consecuencias que es mejor no tener la náusea de imaginar.

Wonderland

I'm mad. You're mad." " How do you know I'm mad ?" said Alice. " You must be," said the Cat, " or you wouldn't have come here