domingo, 21 de diciembre de 2008

A mas de un año



Una tragedia sin importancia


Por: Marcelo Moreno
Para muchos argentinos los presos no tienen derechos ni son humanos. De lo contrario resulta inexplicable el sombrío desinterés que nuestra sociedad muestra hacia la tragedia con treinta y cuatro muertos en una cárcel de Santiago del Estero. Ayer, cuando las cenizas del incendio aún estaban calientes, hubo diarios que no consignaron en sus tapas la polémica desatada en torno al desastre. Y en el sitio
Clarín.com los ecos del espanto ni figuran entre las 10 notas más leídas por los in ternautas, un sector muy instruido e informado. Y en el medio masivo por excelencia, cuesta imaginar que el mismo televidente que se emocionó con Los Pumas y vibra en una final de un concurso de patinaje muestre glacial indiferencia ante semejante calamidad.La versión oficial de que se trató de un intento de escape de los reclusos se va autodestruyendo con las horas. "No hubo intento de fuga, sino un motín de presos, hartos de sufrir maltratos, vejámenes y torturas", explicó luego de visitar el penal el cura Sergio Lamberti, delegado para la Pastoral Social por los Derechos Humanos. También señaló como causa de la rebelión los crueles abusos que sufren por parte de los guardias las mujeres de los presos en las visitas. La magnitud de la tragedia tiene proporciones de catástrofe. Pero ni las autoridades nacionales ni las provinciales parecen demasiado conmovidas. No salió a hablar el Presidente, como en el caso de la masacre de tres policías bonaerenses, ni ningún funcionario se siente especialmente inseguro en su cargo. Y si en el oficialismo no se advierte crispación alguna, en la oposición no se verifican movimientos. Daría la impresión que se trata de un desastre natural, producto de la meteorología o un capricho accidental. Es muy probable que la creciente angustia por la inseguridad nuble la sensibilidad de millones de compatriotas que, aprisionados entre el pavor al asalto y el terror hacia los criminales, hayan terminado denegando todo estatus de humanidad en aquellos que hayan cometido un delito. Si es así, padecemos de una perversa y despiadada enfermedad. Y de consecuencias que es mejor no tener la náusea de imaginar.

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