domingo, 25 de enero de 2009
viernes, 23 de enero de 2009
Caripelas
Felipe Pigna
Director
al cierre de este número de Caras y Caretas estaba comenzando el debate parlamentario que debería poner fin al conflicto que tuvo preocupada y afectada a la Argentina por más de cien días. Más allá del resultado del mismo y las idas y venidas, algunas cosas quedaron a la vista. Una de ellas fue la banalización absoluta del conflicto por gran parte de los medios masivos de comunicación que nos quisieron hacer creer que lo más importante era cuántos inflables zoológicos y cuántas carpas había en el Congreso. No pocos de estos medios fogonearon el conflicto buscando más la discordia que la concordia, actuando no como medios de comunicación y reflexión, sino como correveidiles, tratando de irritar a los fácilmente irritables representantes del “campo” transmitiéndoles las declaraciones de tal o cual funcionario o militante afín al Gobierno para entonces reanudar la noria de los dimes y diretes. Durante estos interminables días se transmitió un mensaje pesimista, de “sin salida” y oportunidad histórica perdida.
Del lado del oficialismo faltó claridad y una convocatoria nítida detrás de un proyecto superador que plantee seriamente una política agropecuaria e impositiva a largo plazo que permita desacreditar que lo que está en juego es la imagen de un gobierno. No se puede seguir actuando en la coyuntura y, camino al Bicentenario, seguimos esperando las grandes políticas de Estado que permitan en los hechos que los más postergados sean la prioridad presupuestaria absoluta y que las ganancias a obtenerse en un momento de alto nivel de actividad económica industrial, con esta coyuntura internacional inmejorable y una recaudación impositiva que sigue siendo récord, sean destinadas con celeridad y transparencia a nuestra salud, nuestra educación, nuestra red ferroviaria y vial, nuestra seguridad social y a impulsar la producción estimulando a los pequeños y
medianos productores industriales y agrarios.
Para la mayoría de los medios hubo tres sectores del llamado “campo” (un colectivo tan amplio como “ciudad”) a los que no valió la pena integrar al debate: los peones rurales, las grandes empresas monopólicas de comercialización de cereales y los pools de siembra. No hubo un solo micrófono, de los tantos que se pusieron en las mismas bocas para decir las mismas cosas todos los días, que permitiera escuchar la voz de los trabajadores agrarios, los peores pagos del país, el sector laboral con mayor porcentaje de trabajadores en negro y uno de los que tiene mayor componente de trabajo infantil. Nadie se acordó de ellos, parece que “el campo” no los incluye, como “la ciudad” no incluye a los más pobres. Tampoco se escuchó a los otrora locuaces dueños de exportadoras de granos y pools de siembra a los que nadie llamó en un extraño caso de “censura” informativa. ¿O será que no querían hablar y hablan sólo cuando quieren?
Por último, y aquí una de las cosas más lamentables a 25 años de la recuperación de la democracia, algunos medios intentaron dar la imagen de caos y de dilación mostrando subjetivamente aspectos de las reuniones de las comisiones parlamentarias, sin dedicarse a explicar los mecanismos y tiempos del Poder Legislativo. Más allá de la opinión que nos merezcan algunos de sus miembros, de los que hemos sido muy críticos desde estas columnas, fundamentalmente por su peligrosa negligencia y por su evidente desconexión con sus votantes, y por tanto mandantes, se trata de uno de los poderes de la democracia y se debería tender a perfeccionarlo y no a sugerir peligrosamente su inutilidad porque no siguen el ritmo de los tiempos mediáticos.
Creemos que se puede y se debe hacer otra cosa. Desde el comienzo del conflicto, Caras y Caretas dedicó sus páginas a esclarecer, a informar sobre las características de nuestra producción agropecuaria, sobre las posibilidades de potenciar esa actividad en beneficio no de un sector sino de todos los argentinos. Por eso este número está centralmente dedicado a un tema clave que campeó –valga la expresión– discursivamente durante estos meses: la distribución de la renta. Creemos que es el gran tema, el que determina las prioridades, el que pone tan nerviosos a los que se brotan apenas escuchan hablar de la palabra “distribución” en todas sus formas. Caras y Caretas mantiene inalterable el compromiso con sus lectores de quedarse voluntariamente al margen de toda histeria mediática y de aportar todo lo que pueda desde sus páginas a la reflexión para concretar un país cada día más justo y solidario.
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María Seoane
Asesora Periodística
y Comercial
se ponen unas carpas kirchneristas en el Congreso y no se pide permiso. Macri tuvo razón en protestar. Pero su gobierno usa los colores de su partido –el amarillo– para hacer campaña política con fondos públicos –es decir dinero de todos los porteños– de lo que se hace en su gestión. A eso lo bautizó “H” (de haciendo), una denominación por lo menos desafortunada ya que la hache es la única letra muda del abecedario. Muda y también sorda, como todo el mundo sabe. Todo el tiempo parece que la ley es letra muerta para todos. En uno de sus almuerzos a Mirtha Legrand, que personifica el lugar que el extinto Bernardo Neustadt diseñó para su vecina más famosa, le pareció de mal gusto tanto carperío frente al Parlamento: pedía no sin intemperancia que se desarmaran sí o sí. El tic de los viejos tiempos está en todos: en los que de prepo montan una carpa, en los que usan dineros públicos para hacer propaganda con los colores de su partido, en las patotas ruralistas que cada tanto aprietan a gobernadores kirchneristas, en las amenazas al cantante Ignacio Copani por escribir y cantar la balada Cacerolas de teflón. Me pregunto una y otra vez qué es lo que se juega a partir del conflicto por las retenciones para que se hayan desatado tantas pasiones, iras y angustias. Me digo que estamos metidos en el núcleo del conflicto más antiguo e histórico tanto en lo político como en lo económico de la historia argentina. Ese que se debate entre el capitalismo democrático e inclusivo versus el capitalismo rentista, agrario y de especulación financiera. Un conflicto que estuvo en la base de todas las crisis del siglo XX. Que cuando estalló fue carnicero, derrocó gobiernos y acordonó a otros que no derrocó pero empujó a anticipar la entrega del poder. Ahora, veremos la verdadera prueba de fuego de la democracia que conseguimos en este último cuarto de siglo. Si se respeta aquello que vote el Congreso habremos cruzado el Rubicón. Porque no se es esclavo por someterse a la ley. Se es esclavo por violarla. Y algún día deberemos aprender que de esa violación sólo nacen monstruos.
Director
al cierre de este número de Caras y Caretas estaba comenzando el debate parlamentario que debería poner fin al conflicto que tuvo preocupada y afectada a la Argentina por más de cien días. Más allá del resultado del mismo y las idas y venidas, algunas cosas quedaron a la vista. Una de ellas fue la banalización absoluta del conflicto por gran parte de los medios masivos de comunicación que nos quisieron hacer creer que lo más importante era cuántos inflables zoológicos y cuántas carpas había en el Congreso. No pocos de estos medios fogonearon el conflicto buscando más la discordia que la concordia, actuando no como medios de comunicación y reflexión, sino como correveidiles, tratando de irritar a los fácilmente irritables representantes del “campo” transmitiéndoles las declaraciones de tal o cual funcionario o militante afín al Gobierno para entonces reanudar la noria de los dimes y diretes. Durante estos interminables días se transmitió un mensaje pesimista, de “sin salida” y oportunidad histórica perdida.
Del lado del oficialismo faltó claridad y una convocatoria nítida detrás de un proyecto superador que plantee seriamente una política agropecuaria e impositiva a largo plazo que permita desacreditar que lo que está en juego es la imagen de un gobierno. No se puede seguir actuando en la coyuntura y, camino al Bicentenario, seguimos esperando las grandes políticas de Estado que permitan en los hechos que los más postergados sean la prioridad presupuestaria absoluta y que las ganancias a obtenerse en un momento de alto nivel de actividad económica industrial, con esta coyuntura internacional inmejorable y una recaudación impositiva que sigue siendo récord, sean destinadas con celeridad y transparencia a nuestra salud, nuestra educación, nuestra red ferroviaria y vial, nuestra seguridad social y a impulsar la producción estimulando a los pequeños y
medianos productores industriales y agrarios.
Para la mayoría de los medios hubo tres sectores del llamado “campo” (un colectivo tan amplio como “ciudad”) a los que no valió la pena integrar al debate: los peones rurales, las grandes empresas monopólicas de comercialización de cereales y los pools de siembra. No hubo un solo micrófono, de los tantos que se pusieron en las mismas bocas para decir las mismas cosas todos los días, que permitiera escuchar la voz de los trabajadores agrarios, los peores pagos del país, el sector laboral con mayor porcentaje de trabajadores en negro y uno de los que tiene mayor componente de trabajo infantil. Nadie se acordó de ellos, parece que “el campo” no los incluye, como “la ciudad” no incluye a los más pobres. Tampoco se escuchó a los otrora locuaces dueños de exportadoras de granos y pools de siembra a los que nadie llamó en un extraño caso de “censura” informativa. ¿O será que no querían hablar y hablan sólo cuando quieren?
Por último, y aquí una de las cosas más lamentables a 25 años de la recuperación de la democracia, algunos medios intentaron dar la imagen de caos y de dilación mostrando subjetivamente aspectos de las reuniones de las comisiones parlamentarias, sin dedicarse a explicar los mecanismos y tiempos del Poder Legislativo. Más allá de la opinión que nos merezcan algunos de sus miembros, de los que hemos sido muy críticos desde estas columnas, fundamentalmente por su peligrosa negligencia y por su evidente desconexión con sus votantes, y por tanto mandantes, se trata de uno de los poderes de la democracia y se debería tender a perfeccionarlo y no a sugerir peligrosamente su inutilidad porque no siguen el ritmo de los tiempos mediáticos.
Creemos que se puede y se debe hacer otra cosa. Desde el comienzo del conflicto, Caras y Caretas dedicó sus páginas a esclarecer, a informar sobre las características de nuestra producción agropecuaria, sobre las posibilidades de potenciar esa actividad en beneficio no de un sector sino de todos los argentinos. Por eso este número está centralmente dedicado a un tema clave que campeó –valga la expresión– discursivamente durante estos meses: la distribución de la renta. Creemos que es el gran tema, el que determina las prioridades, el que pone tan nerviosos a los que se brotan apenas escuchan hablar de la palabra “distribución” en todas sus formas. Caras y Caretas mantiene inalterable el compromiso con sus lectores de quedarse voluntariamente al margen de toda histeria mediática y de aportar todo lo que pueda desde sus páginas a la reflexión para concretar un país cada día más justo y solidario.
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María Seoane
Asesora Periodística
y Comercial
se ponen unas carpas kirchneristas en el Congreso y no se pide permiso. Macri tuvo razón en protestar. Pero su gobierno usa los colores de su partido –el amarillo– para hacer campaña política con fondos públicos –es decir dinero de todos los porteños– de lo que se hace en su gestión. A eso lo bautizó “H” (de haciendo), una denominación por lo menos desafortunada ya que la hache es la única letra muda del abecedario. Muda y también sorda, como todo el mundo sabe. Todo el tiempo parece que la ley es letra muerta para todos. En uno de sus almuerzos a Mirtha Legrand, que personifica el lugar que el extinto Bernardo Neustadt diseñó para su vecina más famosa, le pareció de mal gusto tanto carperío frente al Parlamento: pedía no sin intemperancia que se desarmaran sí o sí. El tic de los viejos tiempos está en todos: en los que de prepo montan una carpa, en los que usan dineros públicos para hacer propaganda con los colores de su partido, en las patotas ruralistas que cada tanto aprietan a gobernadores kirchneristas, en las amenazas al cantante Ignacio Copani por escribir y cantar la balada Cacerolas de teflón. Me pregunto una y otra vez qué es lo que se juega a partir del conflicto por las retenciones para que se hayan desatado tantas pasiones, iras y angustias. Me digo que estamos metidos en el núcleo del conflicto más antiguo e histórico tanto en lo político como en lo económico de la historia argentina. Ese que se debate entre el capitalismo democrático e inclusivo versus el capitalismo rentista, agrario y de especulación financiera. Un conflicto que estuvo en la base de todas las crisis del siglo XX. Que cuando estalló fue carnicero, derrocó gobiernos y acordonó a otros que no derrocó pero empujó a anticipar la entrega del poder. Ahora, veremos la verdadera prueba de fuego de la democracia que conseguimos en este último cuarto de siglo. Si se respeta aquello que vote el Congreso habremos cruzado el Rubicón. Porque no se es esclavo por someterse a la ley. Se es esclavo por violarla. Y algún día deberemos aprender que de esa violación sólo nacen monstruos.
martes, 13 de enero de 2009
CHACO
Chacovachi: payaso de ningún lugar
Actuó en Plaza Francia, en San Bernardo, en Brasil y hasta en el San Fermín vasco. Es un fenómeno de la comunicación y del humor para chicos.
Por: Laura Gentile
Durante años fue "el Payaso de Plaza Francia" y el "dueño" del Circo Vachi en San Bernardo. Ahora, el Payaso Chacovachi divide su tiempo en giras por España y Brasil, actuando, por contrato, en festivales callejeros que lo llevan a recorrer Galicia, Bilbao, San Sebastián, Barcelona. Esta temporada se lo puede ver actuar en Villa Gesell, junto a otros artistas.
Aunque los chicos lo adoran,
reconoce que su espectáculo nunca fue planteado especialmente para ellos, "sino para la ca lle y en la calle hay chicos, por supuesto", define Fernando Cavarozzi (tal su verdadero nombre) en una comunicación telefónica con Clarín desde el balneario citado. Y agrega: "Yo fui un payaso de plaza de sábado y domingo, el ídolo de los padres separados. Muchos chicos han crecido viéndome durante 15 años en el mismo lugar".
Defensor a ultranza del arte callejero, afirma que ese tipo de experiencia une a la gente y vuelve más cotidiana la figura del artista. "Por lo general se cree que el artista está lejos de las personas comunes. Es muy lindo cuando ves un artista callejero y sentís que en ese arte que te modifica y te ayuda a vivir puede estar cerca tuyo, es bueno para la gente ver que el artista puede ser ése que vive al lado de su casa".
Cuando empezó a trabajar llevaba maquillaje y hablaba con voz de falsete. Ahora usa su propio timbre, lleva rastas y nada de pinturitas. Desde la crisis del 2001 comenzó a trabajar más afuera que aquí, especialmente en España y Brasil. "Ahora que soy reconocido me pagan para hacer lo mismo que hacía a la gorra. -afirma-. Aunque sigo trabajando a la gorra, me alquilo un autito y me voy a hacer las fiestas populares, San Fermín, Bilbao".
¿Qué engancha de él a los chicos? "Los pibes me adoran porque tengo el mismo humor que sus padres. Cuando los chicos no entienden algun chiste mío pero ven a sus padres reírse, disfrutan de eso, disfrutan de la alegría colectiva. Además, yo los trato como se tratan entre ellos".
Según Chacovachi -que llegó a tener circo propio durante varios años en las temporadas veraniegas de San Bernardo- nada se compara a la experiencia del artista callejero. "Tengo tres libertades que ninguno puede tener -asegura y procede a enumerar-: la libertad física de trabajar donde quiero, la libertad psíquica porque no tengo que ser el mejor, tengo que 'ser', solamente. Y la libertad económica: cuando pasé la gorra por primera vez hace años, me di cuenta que nunca me iba a faltar plata".
Este espíritu libertario está presente en sus espectáculos "donde logro que en 10 minutos una mujer se meta un tortazo en la cara ella misma -asegura-. Es muy liberador, la risa es una descarga de tensión y los chicos sienten la libertad, la aprenden por ósmosis".
Desde hace 12 años organiza encuentros de payasos, con seminarios y talleres, en el último participaron mil artistas de 20 países distintos y de todas las provincias. "Hay mucha fraternidad -asegura-, no tiene sentido ser artista y vivir como un comerciante. Si decidís ser artista es para tener una vida diferente. Yo difundo esta filosofía".
http://www.chacovachi.com/
http://www.clarin.com/diario/2009/01/10/espectaculos/c-01201.htm
Actuó en Plaza Francia, en San Bernardo, en Brasil y hasta en el San Fermín vasco. Es un fenómeno de la comunicación y del humor para chicos.
Por: Laura Gentile
Durante años fue "el Payaso de Plaza Francia" y el "dueño" del Circo Vachi en San Bernardo. Ahora, el Payaso Chacovachi divide su tiempo en giras por España y Brasil, actuando, por contrato, en festivales callejeros que lo llevan a recorrer Galicia, Bilbao, San Sebastián, Barcelona. Esta temporada se lo puede ver actuar en Villa Gesell, junto a otros artistas.
Aunque los chicos lo adoran,
reconoce que su espectáculo nunca fue planteado especialmente para ellos, "sino para la ca lle y en la calle hay chicos, por supuesto", define Fernando Cavarozzi (tal su verdadero nombre) en una comunicación telefónica con Clarín desde el balneario citado. Y agrega: "Yo fui un payaso de plaza de sábado y domingo, el ídolo de los padres separados. Muchos chicos han crecido viéndome durante 15 años en el mismo lugar".
Defensor a ultranza del arte callejero, afirma que ese tipo de experiencia une a la gente y vuelve más cotidiana la figura del artista. "Por lo general se cree que el artista está lejos de las personas comunes. Es muy lindo cuando ves un artista callejero y sentís que en ese arte que te modifica y te ayuda a vivir puede estar cerca tuyo, es bueno para la gente ver que el artista puede ser ése que vive al lado de su casa".
Cuando empezó a trabajar llevaba maquillaje y hablaba con voz de falsete. Ahora usa su propio timbre, lleva rastas y nada de pinturitas. Desde la crisis del 2001 comenzó a trabajar más afuera que aquí, especialmente en España y Brasil. "Ahora que soy reconocido me pagan para hacer lo mismo que hacía a la gorra. -afirma-. Aunque sigo trabajando a la gorra, me alquilo un autito y me voy a hacer las fiestas populares, San Fermín, Bilbao".
¿Qué engancha de él a los chicos? "Los pibes me adoran porque tengo el mismo humor que sus padres. Cuando los chicos no entienden algun chiste mío pero ven a sus padres reírse, disfrutan de eso, disfrutan de la alegría colectiva. Además, yo los trato como se tratan entre ellos".
Según Chacovachi -que llegó a tener circo propio durante varios años en las temporadas veraniegas de San Bernardo- nada se compara a la experiencia del artista callejero. "Tengo tres libertades que ninguno puede tener -asegura y procede a enumerar-: la libertad física de trabajar donde quiero, la libertad psíquica porque no tengo que ser el mejor, tengo que 'ser', solamente. Y la libertad económica: cuando pasé la gorra por primera vez hace años, me di cuenta que nunca me iba a faltar plata".
Este espíritu libertario está presente en sus espectáculos "donde logro que en 10 minutos una mujer se meta un tortazo en la cara ella misma -asegura-. Es muy liberador, la risa es una descarga de tensión y los chicos sienten la libertad, la aprenden por ósmosis".
Desde hace 12 años organiza encuentros de payasos, con seminarios y talleres, en el último participaron mil artistas de 20 países distintos y de todas las provincias. "Hay mucha fraternidad -asegura-, no tiene sentido ser artista y vivir como un comerciante. Si decidís ser artista es para tener una vida diferente. Yo difundo esta filosofía".
http://www.chacovachi.com/
http://www.clarin.com/diario/2009/01/10/espectaculos/c-01201.htm
lunes, 12 de enero de 2009
viernes, 9 de enero de 2009
domingo, 4 de enero de 2009
sábado, 3 de enero de 2009
jueves, 1 de enero de 2009
miércoles, 31 de diciembre de 2008
martes, 30 de diciembre de 2008
lunes, 29 de diciembre de 2008
Pelea de damas
That's right. I killed your master, and now I'm going to kill you, with your own sword no less, which, in the very immediate future, will become my sword!
Elle Driver
Bitch, you don't have a future
The Bride/Beatrix Kiddo
domingo, 28 de diciembre de 2008
Hagalo ud mismo
El asesino en serie Carl Panzram a su verdugo, que se demoraba con la soga: “Date prisa de una vez, idiota. En el tiempo que tú necesitas aquí, yo habría ahorcado ya a una docena de hombres”.
sábado, 27 de diciembre de 2008
Ultimas palabras
Unas ultimas palabras para los ultimos dias del año
Bolívar con el sueño frustrado de la unificación latinoamericana, murió resignado a meditar lo siguiente: “Los tres mayores necios que ha habido jamás son Cristo, el Quijote y yo". Murió en una hamaca, huésped de un español de Santa Marta, sus últimas palabras fueron: "He arado en el mar".
Nerón: ¡Que artista muere conmigo!
Honoré de Balzac: Ocho horas con fiebre, ¡me habría dado tiempo a escribir un libro!
El 18 de junio de 1936, el escritor soviético Maksim Gorki, poco antes de morir dijo: "…Habrá guerras… Hay que prepararse".
A Winston Churchill se le han atribuido numerosas últimas palabras -e infinitas citas -, pero lo más probable es que dijera: “¡Todo es tan aburrido!”.
Isabel I de Inglaterra: Todas mis posesiones por un momento de tiempo.
Conocido por las insuperables cantidades de alcohol que consumió durante su vida, el actor estadounidense Humphrey Bogart comentó sus últimos instantes con estas palabras: “Nunca debí cambiarme del scotch a los martinis".
Lord Byron: Ahora yo me iré a dormir. Buenas noches.
Condenada a ser decapitada por presunto adulterio y alta traición, Ana Bolena fue llevada al cadalso, donde le dijo a su verdugo: “No le dará ningún trabajo: tengo el cuello muy fino".
El escritor Henry James saludó a la muerte diciendo: “Al fin, esa cosa distinguida”.
El escritor irlandés, James Joyce, preocupado por que la crítica calificó de incomprensible su novela “Finnegans Wake”, preguntó antes de morir: “¿En serio nadie la entiende?”.
Alguien dijo:
-Ha refrescado esta noche . Más vale que tome usted el abrigo, doctor King.
-Esta bien, lo tomare.
Fueron las últimas palabras de Martin Luther King. Sonó un disparo y su cuerpo cayó desplomado el 4 de abril de 1968 en Memphis.
Las últimas palabras de Tomás Moro al al subir al patíbulo fueron: “Soy un fiel servidor del Rey, pero primero de Dios”.
Albert Einstein: Pronunció sus últimas palabras en el lecho de muerte, pero no sabemos cuales fueron debido a que la enfermera que estuva a su lado no entendía el Alemán.
Napoleón Bonaparte: Josefina...
estos son mis favoritos
Pancho Villa andaba siempre con un periodista americano que le escribía todo, discursos, declaraciones, etcétera. Llega el día en que recibe un balazo mortal; se vuelve hacia el periodista y le pregunta: «Amigo, ¿cuáles fueron mis últimas palabras?».
Otros dicen que cunado fue herido mortalmente en un atentado, pero aún tuvo tiempo de rogarle encarecidamente a un periodista: “¡Escriba usted que he dicho algo!”.
Tras la muerte de su esposa y de su hija mayor, Karl Marx perdió todo deseo de vivir y fue presa de numerosas enfermedades. Cuando Friedrich Engels le preguntó si le quedaba algún mensaje que dejarle a la posteridad, Marx, indignado, le contestó: “¡Fuera, desaparece de mi vista! ¡Las últimas palabras son cosa de tontos que no han dicho lo suficiente mientras vivían!”.
Bolívar con el sueño frustrado de la unificación latinoamericana, murió resignado a meditar lo siguiente: “Los tres mayores necios que ha habido jamás son Cristo, el Quijote y yo". Murió en una hamaca, huésped de un español de Santa Marta, sus últimas palabras fueron: "He arado en el mar".
Nerón: ¡Que artista muere conmigo!
Honoré de Balzac: Ocho horas con fiebre, ¡me habría dado tiempo a escribir un libro!
El 18 de junio de 1936, el escritor soviético Maksim Gorki, poco antes de morir dijo: "…Habrá guerras… Hay que prepararse".
A Winston Churchill se le han atribuido numerosas últimas palabras -e infinitas citas -, pero lo más probable es que dijera: “¡Todo es tan aburrido!”.
Isabel I de Inglaterra: Todas mis posesiones por un momento de tiempo.
Conocido por las insuperables cantidades de alcohol que consumió durante su vida, el actor estadounidense Humphrey Bogart comentó sus últimos instantes con estas palabras: “Nunca debí cambiarme del scotch a los martinis".
Lord Byron: Ahora yo me iré a dormir. Buenas noches.
Condenada a ser decapitada por presunto adulterio y alta traición, Ana Bolena fue llevada al cadalso, donde le dijo a su verdugo: “No le dará ningún trabajo: tengo el cuello muy fino".
El escritor Henry James saludó a la muerte diciendo: “Al fin, esa cosa distinguida”.
El escritor irlandés, James Joyce, preocupado por que la crítica calificó de incomprensible su novela “Finnegans Wake”, preguntó antes de morir: “¿En serio nadie la entiende?”.
Alguien dijo:
-Ha refrescado esta noche . Más vale que tome usted el abrigo, doctor King.
-Esta bien, lo tomare.
Fueron las últimas palabras de Martin Luther King. Sonó un disparo y su cuerpo cayó desplomado el 4 de abril de 1968 en Memphis.
Las últimas palabras de Tomás Moro al al subir al patíbulo fueron: “Soy un fiel servidor del Rey, pero primero de Dios”.
Albert Einstein: Pronunció sus últimas palabras en el lecho de muerte, pero no sabemos cuales fueron debido a que la enfermera que estuva a su lado no entendía el Alemán.
Napoleón Bonaparte: Josefina...
estos son mis favoritos
Pancho Villa andaba siempre con un periodista americano que le escribía todo, discursos, declaraciones, etcétera. Llega el día en que recibe un balazo mortal; se vuelve hacia el periodista y le pregunta: «Amigo, ¿cuáles fueron mis últimas palabras?».
Otros dicen que cunado fue herido mortalmente en un atentado, pero aún tuvo tiempo de rogarle encarecidamente a un periodista: “¡Escriba usted que he dicho algo!”.
Tras la muerte de su esposa y de su hija mayor, Karl Marx perdió todo deseo de vivir y fue presa de numerosas enfermedades. Cuando Friedrich Engels le preguntó si le quedaba algún mensaje que dejarle a la posteridad, Marx, indignado, le contestó: “¡Fuera, desaparece de mi vista! ¡Las últimas palabras son cosa de tontos que no han dicho lo suficiente mientras vivían!”.
viernes, 26 de diciembre de 2008
jueves, 25 de diciembre de 2008
lunes, 22 de diciembre de 2008
La mugre en el ojo ajeno
Por: Beatriz Sarlo
En general, las ciudades que no están sucias son también las ciudades donde hay menos gente pobre que se gana la vida con lo que encuentra por la calle. Esto es una regla. Los pobres siempre están en los lugares más sucios: en las villas miseria donde no hay cloacas ni agua corriente, debajo de las autopistas, en casillas con paredes de cartón que más que protectoras son simbólicas, revolviendo la basura para ver si encuentran comida, o cartoneando. En consecuencia, como en Buenos Aires los vecinos no clasifican sus desechos y no hubo gobierno decidido a obligarlos, las veredas quedan como si hubiera pasado un batallón de zapadores. Muchos pobres duermen en los zaguanes y no se esmeran para convertirlos en un espacio de design, sino en un amontonamiento de objetos rotos que sólo tienen utilidad para ellos. Cuando revuelven la basura, tiran todo lo que no les sirve a la vereda porque la ciudad es un reservorio de restos y no la urbe reluciente de las fantasías (razonables) de los otros vecinos. Nunca vi a nadie revolviendo la basura en Berlín y tampoco hay basura en sus veredas. Por otra parte, el escándalo que produce alguien tirando una lata de cerveza por la ventanilla de un tren en marcha, obliga a fijar la vista en esos trenes, los del Sarmiento por ejemplo, que son carcasas de material percudido y vidrios rotos donde es difícil que nadie se sienta tentado a practicar las reglas que la urbanidad establece para deshacerse de la lata que se ha terminado de beber mientras se sostiene, con el cuerpo, las puertas abiertas de un vagón repleto donde falta el aire, pese a que también faltan selectas ventanillas y los asientos están tajeados porque, en un círculo que nadie interrumpe, es difícil que alguien cuide un vagón calamitoso. La ciudad es, entre otras cosas, un artefacto pedagógico. Si lo que muchos aprenden para sobrevivir en ella son las habilidades del cirujeo, no parece probable que éstas se practiquen acompañadas por un cuidado meticuloso por la limpieza de los espacios comunes, como si los que cirujean en Buenos Aires fueran pobres vocacionales que han elegido comer de la basura o cartonear para pasar más tiempo al aire libre. Si los argentinos nos hemos acostumbrado a vivir con tantos pobres, deberíamos acostumbrarnos a pensar que, así como los ricos construyen piletas en sus countries y las capas medias pagan las expensas de los departamentos, los pobres no tienen nada que construir ni ningún recurso que ahorrar; ningún entorno urbano les parece más importante que aquel donde pueden recoger la mayor cantidad de materia para su supervivencia. Si dan asco las veredas cubiertas de basura producida por el "reciclaje" cartonero tendríamos que pensar que a los cartoneros tampoco les fascina, como única salida laboral (un destino final más que una "salida") revolver la basura que producimos, ni mandar a sus chicos a pedir ropa vieja mientras ellos destrozan las bolsas de los consorcios. Por supuesto, faltan procesadoras de esos residuos, plantas de acopiamiento, etc., etc. Pero lo que falta, en primer lugar, son condiciones sociales que no impulsen a la gente a vivir al lado de la vía para estar más cerca de la basura que debe transportar, sin que se la roben otros pobres. Si miles de personas viven de la basura e instruyen a sus hijos para que puedan seguir con ese oficio de subsistencia, no es sensato fantasear que la ciudad donde se desarrollan sus vidas sea impoluta. ¿Alguien vio alguna vez una villa miseria impoluta, decorada como un jardín para excluidos? Un papel de chocolate tirado al suelo por un adolescente a la salida de un colegio secundario es una marca de suciedad mucho más intolerable que las bolsas de basura destrozadas sobre las veredas nocturnas. No hay razones para que ese papel esté en el suelo. Todo indica, en cambio, que las veredas nocturnas donde han trabajado las familias de cartoneros quedarán inevitablemente cubiertas de desechos. Nadie les paga a los cartoneros para que barran la vereda que ensucian, nadie puede exigir de ellos una disciplina urbana que está en contradicción con los lugares horribles donde comen y duermen y crían a sus hijos, y se enferman. A veces veo a una chica que avanza, por el carril de los colectivos, como una audaz o una suicida, arrastrando esos artefactos cúbicos construidos con arpillera sintética y seis caños. La chica lleva una pollera hasta debajo de las rodillas y una remera arriba de la cintura; tiene el cuerpo de una gimnasta y va descalza, elegante, con la espalda arqueada hacia atrás por el esfuerzo. Trabaja como bestia de carga, lo que se llama "tracción a sangre". Algunos cartoneros que se reúnen en la barrera, han ocupado una parte de la vereda con colchones viejos; otros duermen junto a su atado. Frente a ellos, hay algo de inmoral en el lamento sobre la limpieza de la ciudad. Algunos cartonean desde hace diez años, otros desde el comienzo de este siglo. Son prueba de una escena social a la que no ha llegado todavía el derrame de la nueva abundancia, excepto en la cantidad de basura que esa abundancia ofrece siempre a sus miserables.
http://www.clarin.com/diario/2008/04/27/sociedad/s-01658792.htm
domingo, 21 de diciembre de 2008
A mas de un año
Una tragedia sin importancia
Por: Marcelo Moreno
Para muchos argentinos los presos no tienen derechos ni son humanos. De lo contrario resulta inexplicable el sombrío desinterés que nuestra sociedad muestra hacia la tragedia con treinta y cuatro muertos en una cárcel de Santiago del Estero. Ayer, cuando las cenizas del incendio aún estaban calientes, hubo diarios que no consignaron en sus tapas la polémica desatada en torno al desastre. Y en el sitio Clarín.com los ecos del espanto ni figuran entre las 10 notas más leídas por los in ternautas, un sector muy instruido e informado. Y en el medio masivo por excelencia, cuesta imaginar que el mismo televidente que se emocionó con Los Pumas y vibra en una final de un concurso de patinaje muestre glacial indiferencia ante semejante calamidad.La versión oficial de que se trató de un intento de escape de los reclusos se va autodestruyendo con las horas. "No hubo intento de fuga, sino un motín de presos, hartos de sufrir maltratos, vejámenes y torturas", explicó luego de visitar el penal el cura Sergio Lamberti, delegado para la Pastoral Social por los Derechos Humanos. También señaló como causa de la rebelión los crueles abusos que sufren por parte de los guardias las mujeres de los presos en las visitas. La magnitud de la tragedia tiene proporciones de catástrofe. Pero ni las autoridades nacionales ni las provinciales parecen demasiado conmovidas. No salió a hablar el Presidente, como en el caso de la masacre de tres policías bonaerenses, ni ningún funcionario se siente especialmente inseguro en su cargo. Y si en el oficialismo no se advierte crispación alguna, en la oposición no se verifican movimientos. Daría la impresión que se trata de un desastre natural, producto de la meteorología o un capricho accidental. Es muy probable que la creciente angustia por la inseguridad nuble la sensibilidad de millones de compatriotas que, aprisionados entre el pavor al asalto y el terror hacia los criminales, hayan terminado denegando todo estatus de humanidad en aquellos que hayan cometido un delito. Si es así, padecemos de una perversa y despiadada enfermedad. Y de consecuencias que es mejor no tener la náusea de imaginar.
Para muchos argentinos los presos no tienen derechos ni son humanos. De lo contrario resulta inexplicable el sombrío desinterés que nuestra sociedad muestra hacia la tragedia con treinta y cuatro muertos en una cárcel de Santiago del Estero. Ayer, cuando las cenizas del incendio aún estaban calientes, hubo diarios que no consignaron en sus tapas la polémica desatada en torno al desastre. Y en el sitio Clarín.com los ecos del espanto ni figuran entre las 10 notas más leídas por los in ternautas, un sector muy instruido e informado. Y en el medio masivo por excelencia, cuesta imaginar que el mismo televidente que se emocionó con Los Pumas y vibra en una final de un concurso de patinaje muestre glacial indiferencia ante semejante calamidad.La versión oficial de que se trató de un intento de escape de los reclusos se va autodestruyendo con las horas. "No hubo intento de fuga, sino un motín de presos, hartos de sufrir maltratos, vejámenes y torturas", explicó luego de visitar el penal el cura Sergio Lamberti, delegado para la Pastoral Social por los Derechos Humanos. También señaló como causa de la rebelión los crueles abusos que sufren por parte de los guardias las mujeres de los presos en las visitas. La magnitud de la tragedia tiene proporciones de catástrofe. Pero ni las autoridades nacionales ni las provinciales parecen demasiado conmovidas. No salió a hablar el Presidente, como en el caso de la masacre de tres policías bonaerenses, ni ningún funcionario se siente especialmente inseguro en su cargo. Y si en el oficialismo no se advierte crispación alguna, en la oposición no se verifican movimientos. Daría la impresión que se trata de un desastre natural, producto de la meteorología o un capricho accidental. Es muy probable que la creciente angustia por la inseguridad nuble la sensibilidad de millones de compatriotas que, aprisionados entre el pavor al asalto y el terror hacia los criminales, hayan terminado denegando todo estatus de humanidad en aquellos que hayan cometido un delito. Si es así, padecemos de una perversa y despiadada enfermedad. Y de consecuencias que es mejor no tener la náusea de imaginar.
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